Capítulo 3

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Todos odian a la pobre Vayolet

Me encontraba en mi auto, justo en el estacionamiento del edificio de los Black. Estaba agobiada, estresada y me miraba al espejo cada 2 minutos para ver si se veía en mi semblante que no había podido dormir la noche anterior, pues solo podía pensar en el gran hecho que practicamente había sido despedida.

Despedida del lugar que era más mi hogar que mi departamento, joder no se me ocurre algo más deprimente.
Despedida, sola muy sola y con 28 años.

Había decidido llegar muy temprano, para así poder pasar desapercibida al llegar, o al menos inténtalo. Yo no era una persona que pasaba desapercibida, lo sabía bien aún que me costaba aceptarlo.

También tenía planeado decirle hoy a Gisele lo que estaba pasando y pedirle que me ayudara a dejar todo perfecto antes de irme. Mandaría más tarde a alguien por mis cosas de la oficina y mi papeleo, pero pediria, no mas bien exigiría que le dejaran su empleo tal y como esta a Giselle si ella así lo quería.

Después de 15 minutos más tarde en los cuales lo único que hacía era lamentarme, tenerme lastima a mi misma y revisar que mi imagen al menos fuera lo más presentable posible y es que en un día como hoy solo a mi se me ocurría vestir de blanco. Pero este traje sastre me quedaba perfecto, me daba el poder que necesitaba, si me veía bien me sentía bien, pero si por alguna razón se ensuciaba, me volvería loca, de verdad loca, toda mi seguridad se iría al carajo. Porque, sí era de esas mujeres que se sentía bien si se veía bien.

Baje del auto y tome mi bolso que al igual que mis zapatos era color vino.  Me encamine a la recepción, donde todos me miraban curiosos pero se quitaban de mi camino o agachaban la mirada.

La verdad es que aún que siempre odie que lo hicieran esta vez extrañaría eso. Extrañaría tener el mando, el mando de todo lo que tanto me había costado.
No era como llegar a las empresas de papá o a los Hoteles de Aleck, esto era no mio, pero lo sentía como un logro mío, pues yo era quien hacía que funcionará en cambio en las empresas de mi padre solo era la herdera mimada.

Al llegar a mi piso encontre a Gisele quien recorría con la mirada de forma intensa para ordenar todo a la perfección, es curioso porque si yo soy algo extraña ella lo era más. Ese pensamiento me causó risa y la rubia volteó asustada a mi dirección, sus mejillas se volvian rojas, algo muy común el ella.

Todo le daba vergüenza o la asustaba, por eso me agradaba. Me sentía con la obligación moral de cuidarla. Era un pequeño pajarito bonito que había llegado a mi vida a salvarme y por lo mismo ahora le debía tanto, que ella ni siquiera se imaginaba.

—Llegó muy temprano hoy señorita Campbell, siempre llega a las 9:00 o es que a mi se me ha hecho tarde. —Dijo casi al instante de mirar su reloj en la muñeca.

Yo sonreí y le hice un ademan con mi cabeza indicándole que me siguiera. Ella agarro una libreta y su tablet para seguirme.

—Pero no hay problema—se dice más a ella que a mi, pero no le tomo importancia a eso—Ya tengo todo lo que me pidió que hiciera, tengo el informe de cada mes, organicé su agenda ya que me imaginó era necesario, también he cancelado todas las reuniones hasta nuevo aviso como me pidió usted y el señor Henry.

Llegamos mi oficina, ella dejo todos los papeles que había enumerado en mi escritorio yo solo asentia a todo lo que me decía mientras buscaba como decirle que me iría y no sabía si Henry la querría aquí.

—Por cierto ya hice mi tarea y ya sé quien es el señor Henry, es el hijo perdido ¿cierto?, ¿usted se irá ahora?—me pregunta preocupada — él también me pidió que llamara a los periódicos.

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⏰ Última actualización: 5 hours ago ⏰

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El Mujeriego Es Mi Prometido (editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora