Capítulo 1

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Amil

–¡Hey morena! ¡Pásame el balón! –una voz con acento francés hizo que me girara.

Vi un pequeño balón en el suelo y un poco más lejos a un chico rubio poco más mayor que yo, sentado en la hierba con un bebé en su regazo. Cogí la pelota y me acerqué a ellos. Ví que el bebé era una niña, era muy rubia y tenía los ojos de su padre. Al ver que yo tenía su pelota alzó lo brazos para cogerla y yo se la dí.

–Gracias, morena.

Al ser colchonera le reconocí rápidamente. Se trataba de Antoine Griezmann. Nos quedamos mirándonos a los ojos durante unos segundos y él sonrió.

–¿Quieres tomar algo? Yo invito.

–No gracias.

No tenía precisamente buenas experiencias con los futbolistas. Me di la vuelta y comencé a caminar hacia mi pequeño apartamento. Miré la fachada, estaba horrible, cada día tenía más miedo de que el edificio se cayera.

Me senté en la mesa y comencé a hacer cálculos. Si no compraba nada de comida en 10 días, no estaría en números rojos este mes. Me llevé las manos a la cabeza, mi situación económica no era para nada buena. Cuando estuve saliendo con mi antiguo novio todo estaba muy bien, él era millonario, pero un día, me enteré de que me engañaba, y le dejé. Él, al ser famoso, se dedicó a destruir mi imagen, y ahora, nadie me quería contratar para ningún trabajo. Todo por culpa de ese imbécil.

Tenía la carrera de fisioterapia, pero no me aceptaban en ningún club desde que el Real Madrid me había echado y no me atrevía a echar currículum en el Atlético de Madrid. Prefería no tener trabajo a que mi amado club me rechazara.

Salí de nuevo a la calle y choqué contra una pareja.

–Perdón. No os había visto. –me disculpé.

Miré a la pareja y me dí cuenta de que se trataba de Yannick Carrasco y de su novia, la cual estaba embarazada. ¿Acaso era el día de juntarme con futbolistas de mi equipo?

Mis tripas sonaron.

–Parece que tienes hambre. –dijo Yannick bromeando.

–Si, bueno, llevo unos días sin comer...

–¿Por qué? –preguntó la chica preocupada.

–No tengo dinero. –suspiré.

Yannick se me quedó mirando fijamente.

–¿Eres la exnovia de...?

–No le menciones por favor.

Yan hizo una mueca, sabía que había cometido un error al casi nombrarlo.

–Lo siento. Como compensación te invito a comer.

–No hace fal...

–He dicho que te invito a comer.

Suspiré derrotada, y la chica, Noa, rió divertida.

(...)

–¿Puedes contarnos la verdad sobre tu ruptura con quien tu ya sabes? No me creo nada de lo que dice la prensa. –dijo Noa.

–Tu versión será la verdad de esta historia. –completó Yannick.

–Pues estábamos bien, pero él me engañó y le dejé. Él me dijo que solo buscaba dinero y fama, y me dijo que estuviera tranquila, que fama iba a tener. Y se dedicó a manchar mi imagen todo lo que pudo.

–Que imbécil. –masculló Noa.

Me pasé la mano por el pelo, derrotada. Aún no había superado aquello, y ya había pasado un año.

Se ofrecieron a acompañarme a casa. Al ver donde vivía, hicieron una mueca.

–¿Vives aquí?

–No me da para más.

–¿Eres fisioterapeuta, no? –me preguntó Yannick.

–Sí.

–¿Estás libre hoy a la tarde-noche?

–Estoy libre siempre. –suspiré.

–¿Tienes móvil? –me preguntó Noa.

Negué con la cabeza. Apuntaron una dirección en un papel y me lo dieron junto con una tarjeta de metro.

–Si quieres trabajar, ven a esta dirección a las 7 de la tarde. Te esperamos.

(...)

A las 7 en punto estaba en la dirección. Era una gran mansión, supongo que la de Yannick. Llamé y fue él mismo quien abrió la puerta.

–¿Tienes problemas musculares? –pregunté sorprendida.

–Yo no. Pero un amigo sí, y he pensado que le podrías ayudar.

–Claro.

Me dirigió al salón, donde distinguí la misma cabeza rubia de la mañana.

–Vaya, morena. Volvemos a encontrarnos. –dijo divertido.

–Ya sabes donde está la sala con las camillas y todo eso, rubio. –dijo Yan desapareciendo del salón con Noa.

–¿Me vas a ayudar?

–Soy colchonera. No pienso dejar que la estrella del equipo tenga molestias.

Rió por mi broma y entrelazó sus dedos con los míos para llevarme hasta la sala que había nombrado Yan.

–¿Dónde te molesta? –le pregunté cuando se tumbó en la camilla.

–El abductor. Sobre todo por arriba.

–Quítate la pantaloneta y quédate en boxers.

Antoine sonrió y comencé a masajearle la pierna.

–Me molesta más arriba.

Yo estaba siendo lo más profesional posible, y a él le molestaba, ya que se veía que quería que pasáramos a algo más.

Una vez acabé con su abductor, me alejé y recogí todo. Me lavé las manos y me dispuse a salir, pero unas manos me lo evitaron y me tumbaron en la camilla. Él se puso sobre mí.

–¿Cuánto te tengo que pagar? –preguntó acercándose a mi cuello.

–No te cobraría, pero estoy pasando por un mal momento. Así que dame lo que creas que me merezco.

Antoine sonrió y me besó.

–Creo que te merecías ese beso.

Me sonrojé.

–Dame tu número de cuenta y luego te paso dinero. –susurró en mi oído.

Asentí y me robó otro beso. Se lo seguí y metió sus manos por debajo de mi camiseta.

–¿Habéis acabado? –se oyó a Yannick desde fuera.

Antoine se separó de mí y me ayudó a bajar de la camilla. Besó mi frente y cogió el papelito donde estaba apuntado mi número de cuenta.

–Hasta pronto, petite.

A tu lado (Antoine Griezmann)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora