4. Tempo primo

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La calma cedió al pasar por la puerta del colegio. Yoongi se detuvo de golpe, me miró severo y me tendió el bolso con brusquedad antes de caminar hacia su aula.

–Todavía me debes algo– dijo mientras desaparecía por el pasillo.

Cómo matar el ambiente, por Min Yoongi. Suspiré con pesar y me llevé la mano a la frente. Tenía que dejar de pensar en él de esa forma, sobre todo porque no debía involucrarme en su vida si quería hacer algo por él.

El día pasó extremadamente lento desde el asiento en el fondo del salón. Al notar que el profesor no me veía aproveché para leer una novela; la protagonista era una joven que renunciaba a su trabajo, se iba de viaje tomando el primer tren que apareció en la estación y viajaba a París, donde además tenía una aventura amorosa con un chico francés.

En el fondo deseaba que algo así me pasara, pero fue después cuando me di cuenta de que esas cosas no me iban a suceder jamás e iba a tener que vivir a expensas de lo que pudiese conseguir con la miseria que ganara en cualquier punto de la vida.

El amor era una estupidez, los pasajes estaban muy caros y mi vida no tenía un autor bondadoso que me diera mágicamente la posibilidad de viajar a un país desconocido en el que pudiera vivir aventuras.

Cuando la jornada se dio por terminada, revisé mi celular para ver un mensaje de Baekhyun en el grupo del club: "Reunión a la salida, ¡los espero!(・ω・)ノ". A veces me preguntaba qué había visto la directora Kang en él para ponerlo como presidente del club, además de la renuncia de Yoongi. Respondí con un seco "Ok" y me dirigí a la sala de música con el bolso entre mis brazos.

–Houstons, tenemos varios problemas–seguro esperaba hacernos reír pero sólo Yoongi tosió, como indicándole que continuara–. Bueno, bueno, no quieran parecer muy interesados...

–Al grano, Choi–se aclaró la garganta.

–Pasa lo siguiente, pequeños saltamontes... Tenemos que presentarnos en algún sitio o el club...–tragó en seco–se va a la basura.

–Sabía que tenía que unirme a las niñas exploradoras–Baekhyun lo miró desafiante.

–¡Jungshin!, ¿dónde está tu espíritu?

–¡Abre los ojos, Choi! Mira tu material, un aprendiz que ha pasado por todos los instrumentos sin conocer gran cosa, un pianista de puta madre al que le da pena vernos en la calle, un presidente que se duerme en la sala y... ¡Ésta!–Apreté los puños y me mordí el labio.

–Se te está yendo de las manos, Jungshin.

–¡Renuncio!–se levantó de la silla.

–No te atrevas.

–¡Estoy harto, Choi! ¿No te das cuenta de que le estás dando RCP a algo que está más que muerto? ¡Mejor hago algo útil! Y más les vale que se den cuenta ustedes también–nos señaló con el dedo–, lo que hacen es una estupidez. Yo. Renuncio–salió y cerró la puerta corrediza con tal fuerza que creímos que pasaría al otro lado de la pared.

–Va a regresar–Choi parecía bastante inquieto.

–Choi...

–Va a regresar, dije. Punto.

Yoongi resopló y se quedó viendo el piano negro con insistencia. Sus hombros estaban tensos al igual que su mandíbula, que dibujaba un ángulo más fuerte del que acostumbraba. Mi cara estaba oculta tras mi cabello, para que no vieran mi expresión, con la boca en una mueca bastante incómoda y los ojos cerrados con fuerza. Mis puños se habían apretado hasta que mis nudillos quedaron blancos sobre las curitas en mis rodillas. Básicamente me estaba conteniendo de no hacer lo mismo que Jungshin.

Sky-colored SymphonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora