Capítulo Cuatro

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DESPUÉS DE PASARSE TODO EL DÍA TENIENDO QUE AGUANTAR A Scott, finalmente ya era la hora de ir al club de drama. Jamás creyó que fuera a sentirse de tal forma respecto a ese club; que ya no podía evitar querer ir. De toda la gente que conoció nadie le había desagradado, a decir verdad todos le cayeron bastante bien. Pero si dijera que no tenía ansias y ganas de ir sólo por Lydia, mentiría. Le había caído muy bien y su voz conforme le hablaba lo tranquilizaba. Era un perfecto equilibrio, ni muy aguda ni muy grave, además de que suena reconfortante y placentera al escucharse. Su sonrisa ponía de buenas a todos en el club de drama, y Stiles no sería la excepción.

Ahora iba en camino para allá con Scott a su costado. Venía hablándole de temas que no le interesaban mucho pero escuchaba por cortesía. Se reía de vez en cuando por alguna tontería que McCall decía. El chico sabía hacer reír a la gente.

— ¿Y cómo está Allison?

Stiles volteó a verlo con los ojos entrecerrados.

— ¿Qué? ¿No hablas con ella?

— Eh... Se enojó conmigo ayer en la noche y no me contesta los mensajes desde entonces.

— ¿Por qué esta molesta contigo?

Scott volteó a verlo y sonrió divertido, encogiéndose de hombros. Stiles no entendía esa desesperada necesidad de las personas de sonreír por todo. Si estaban felices, sonreían; si estaban incómodos, sonreían; si querían ser corteses, sonreían. Simplemente hay momentos en los que no es necesarios sonreír y eso está bien. A veces es lo mejor. Pero no, prefieren regalar sonrisas a todos sin la más mínima necesidad, sin guardárselas para alguien realmente importante. Y eso estresa a Stiles.

— Si lo supiera por qué lo está no te preguntaría a ti sobre cómo se encuentra.

Tenía sentido para él. Asintió y ambos chicos prosiguieron con su camino.

Hicieron una parada rápida al casillero de Scott, ya que se le había olvidado guardar los libros que no necesitaría. Stiles se recargó al lado suyo y se dedicó a esperar.

Sintió una fuerza aplicarse en su hombro, y para cuando volteó al lugar de donde sintió que lo tocaron, ya no había nadie. Escuchó una preciosa risa de la cual aún no se acostumbraba pero que le fascinaba; la de Lydia, quien se recargaba al lado suyo en un casillero conforme reía.

 Escuchó una preciosa risa de la cual aún no se acostumbraba pero que le fascinaba; la de Lydia, quien se recargaba al lado suyo en un casillero conforme reía

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— No creí que fueras a caer. Creí que tenías mejores reflejos, Mischief.

— ¿Qué? —Exclamó ofendido—. Oye, claro que tengo buenos reflejos. Tengo los mejores. Sólo no quería que te decepcionaras de que no te hubiera salido tu broma, es todo.

✿The Love Club✿ | StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora