Cynthia se levantó vagamente. Tenía sueño, apenas había podido dormir con todo lo que había pasado. Y al salir al comedor, ahí estaba su problema, Ethan, durmiendo en su sofá con la ropa del día anterior.
Al verlo le tiró una mochila que llevaba en la mano al estómago, haciendo que se despertase.
-Hey, ¿esto es tuyo?
La miró con los ojos medio cerrados por acabar de despertarse y miró las cosas lentamente.
-Oh, mi mochila. Sí, aquí llevo mis cosas.
-¿Y qué haces durmiendo con ropa?
Se incorporó en el sofá y se masajeó la cara, respirando con fuerza. Miró a la chica un tanto adormedizo extrañado, después dirigió los ojos hacia su atuendo y se encogió de hombros.
-Pensé que te resultaría violento que me cambiase aquí.
Cynthia suspiró y rodó los ojos.
-Dios mío. No, puedes cambiarte si quieres. Prepararé el desayuno mientras te pones cómodo.
El chico asintió y empezó a quitarse la camiseta. La morena lo miró extrañada sin saber que diablos hacía allí en medio. Fue a desabrocharse el pantalón cuando un grito de Cynthia lo paró.
-¡No! ¡Aquí no! ¡En el baño!
Caminó hasta una puerta y la abrió. Ethan se dirigió hacia ella sonriendo falsamente por su equivocación. Pese a que llevaba un año conviviendo con humanos aún habían algunas cosas que le costaban de entender.
El ángel se metió en el baño y se cambió. Al salir Cynthia ya había puesto dos vasos con café y unas tostadas.
—Supongo que comes de esto, ¿no?
Ethan se acercó y lo miró.
—Como de todo. Hasta que llegué aquí nunca había necesitado comer. Los humanos sois... Realmente vulnerables.
Cynthia resopló y se sentó. No le caía bien, pero tenía que aguantarlo si quería saber cómo había hecho lo del cuchillo.
Todo lo que rodeaba a Ethan era raro. Su pasado, su extraña forma de comportarse, su desconocimiento por muchas cosas...
El chico se sentó frente suya y empezó a beberselo de golpe. No lo disfrutaba, tan solo se alimentaba, sin más.
—Si eres un ángel —Los ojos castaños de él se dirigieron hacia la morena—, ¿tienes alas?
Se atragantó con el café y empezó a reír.
—Sí, claro, míralas, son grandiosas eh. —Ironizó con una sonrisa.
Cynthia rodó los ojos. Estaba hablando completamente en serio y el chico tan solo bromeaba con ella.
—En las películas las llevan ocultas.
—Bienvenida al mundo real.
—¿Qué tiene esto de real? —La morena lo miró completamente serio—. Tengo a un ángel sentado frente a mi el cual dice que soy la generación elegida para luchar contra unas hermanas que quieren acabar con nosotros por no se qué razón.
Ethan cogió una tostada y la miró, como si el tema fuese algo completamente normal, sin embargo el corazón de Cynthia latía con fuerza. Estaba nerviosa, demasiadas cosas estaban pasando.
—La razón es que los humanos las convirtieron en lo que eran.
Acabaron el desayuno y lo recogieron todo. El día que Cynthia había pensado pasar de relax se había convertido sin quererlo en un quebradero de cabeza. El día anterior ni si quiera había subido a la azotea como le gustaba hacer habitualmente.
Lavó los platos y se dirigió al comedor donde Ethan descansaba. Tenía expresión adolorida, parecía que no hubiese dormido en años.
—Oye, ¿estás bien?
—Sí, es solo que... Desatar tu poder por unos segundos conlleva que yo lo controle para que no pase una tragedia, eso hace que me debilite. Cuando aprendas a usarlo yo no necesitaré controlarte y podré ayudarte, así que cuanto antes empecemos mejor.
Cynthia se sentó en su lado y se cruzó de brazos, apoyando los codos sobre las rodillas y manteniendo la mirada hacia el suelo. Se notaba que estaba preocupada, ni siquiera podía llegar a entender que estaba pasando realmente. No era una cámara oculta o una broma muy preparada, pero, ¿cómo podía ser verdad? ¿El chico frente a ella era realmente un ángel?
Suspiró y escondió la cara entre sus manos. Era demasiado para ella. En un día había tenido que asimilar que era especial. ¡El viernes era alguien normal! Y de repente, el sábado... Resultaba ser «La Pecadora».
—Tengo una última pregunta. —Sus ojos se cruzaron, una mirada curiosa junto a la depresiva de la chica—. ¿Cómo se hacen fuertes? ¿Sólo necesitan dejar pasar el tiempo?
Ethan negó.
—Lo consiguen con las lágrimas. Cada vez que un pecador llora por el pecado que ha cometido, una hermana ríe y consigue poder. Cuando los pecadores lloran ellas se hacen fuertes.
Cynthia lo miraba sorprendida. Ella había llorado muchas veces, ¿significaba aquello que todo el mundo se estaba llevando a su propia destrucción?
—Además, cada una absorbe poder cuando lloran por su pecado, sin embargo hay una que siempre se alimenta. —El chico se incorporó y se sentó correctamente a su lado, como ella lo hacía tan solo que un poco más recto—. Ella es la tristeza, la hermana pequeña.
La morena suspiró. Estaba nerviosa, tenía miedo, y le dolía el lado izquierdo. Pequeños pinchazos se acumulaban debajo del pecho cada vez que aspiraba. Le estaba entrando un ataque de ansiedad tan solo de escuchar todo aquello.
—¿Ella es la más poderosa?
Ethan asintió, sin embargo no era del todo cierto. La historia debería haber sido explicada con mucho más detalle, pero tiempo era algo de lo que carecían.
—Sí, pero está dormida, sus hermanas la durmieron para que no sufriera, y nadie sabe si algún día llegará a despertar, pero si lo hace... Puede que sea el fin de tu mundo.
Cynthia tragó saliva exageradamente. Tenía que luchar contra ellas alguien que ni siquiera había estado involucrada en una pelea en su vida, ¿cómo se suponía que iba a hacer eso? Desde luego iba a morir, y seguramente sería de la manera más dolorosa posible.
—¿Por qué no te explicó tu madre esto? ¿Por qué me echaste de casa ayer?
Cynthia suspiró. Nunca le había contado aquello a nadie. No es que realmente le costase hablar de ello o quisiese ocultarlo, simplemente es algo que se había guardado durante mucho tiempo.
—Soy adoptada, por eso mi madre no sabe nada.
Ethan resopló y se apoyó en la pared. Eso dificultaba mucho las cosas, aunque realmente ya lo llevaban desde que había llegado. Hubiese sido genial si la Pecadora fuese su madre, pero no, tenía que tocarle la niña adoptada, y además justo a él, el hermano pequeño. Sus compañeros eran mucho más fuertes, hábiles, inteligentes... Sin embargo en sus manos eran en las que estaba el mundo en ese preciso momento. El mundo iba a caer si no conseguía enseñarle a usar su poder.
—Vamos a empezar los entrenamientos. —Dijo acercándose a ella— Ponte ropa cómoda.
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Cuando los pecadores lloran.
FantasyEn un mundo por debajo de los sueños, allá donde los ángeles temen llegar, existen ocho reinos gobernados por ocho hermanas que un día decidieron olvidar. Cynthia estaba destinada a cargar con un símbolo que había pasado de generación a generación...