| This darkness is nothing |
| but a lack of light |Habían pasado muchos años desde que Elizabeth había asociado el peor dolor del mundo con las rodillas raspadas por correr muy rápido y tropezar. Ella creía que sin lugar a dudas era la peor sensación para experimentar, aunque claro, después se quebró un brazo y cambió de opinión.
Al paso del tiempo, la experiencia le había otorgado la idea de que no valía la pena tratar de entender cuál era el peor dolor del mundo, había tantos y tan diferentes que al final consideraba ponerlos a un lado en su mente revoltosa, pero justamente ahora salía a la luz todo por lo que tuvo que pasar para llegar al lugar en donde estaba en ese momento. ¿Habría valido la pena todo el sufrimiento? ¿Los golpes, las humillaciones, los abusos... Todo?
Ella esperaba que sí. Ella lo deseaba. Quizá su mente recordaba extensamente el sinfín de cosas negativas grabadas en su historia pero ella creía en el alma y la suya distaba mucho de ser obscura o negativa, en cambio, era ligera y vivaz, tal vez no pura, ¿Pero quién quiere serlo? Su alma había tenido roces con sentimientos maravillosos que principalmente asociaba con su mejor amiga y su padre. Los recuerdos bailaban detrás de su mente; risas, lágrimas, amor. Quizá nada en ella fuera inmaculado, pero el vínculo que la unía con esas personas se había forjado hace mucho tiempo y había resistido tantas cosas que casi lo sentía como algo divino; pues en su experiencia, eso podía parecer casi un milagro. Principalmente esa era la razón por la que sentía que su alma se rompía y su corazón se estrujaba sin piedad. Tenía que decir adiós a Martha por un tiempo, siendo que siempre estaba ahí, tan cerca.Una sensación amarga se situaba justo en su pecho y le impedía pronunciar cualquier palabra haciendo todo más ridículamente difícil. Debía decir algo.
Martha era el tipo de persona que siempre había estado ahí sin importar nada. Incluso, si se lo pedía, iría a acompañar a Elizabeth por las madrugadas pues las separaban exactamente cuatro casas cuando no estaban juntas, lo que pasaba muy pocas veces. Ellas se conocían desde niñas, cuando su vida aún era normal, y de alguna manera, sana.
En la escuela Martha siempre fue la niña que tenía problemas con todos, cada vez que la miraban o susurraban a su lado cruelmente un "huerfana", Elizabeth tomaba su mano mientras caminaban juntas y aunque Martha no la apartaba, sabía que tampoco la necesitaba pues su cabeza pelirroja se alzaba con dignidad mientras les daba a todos una mirada de superioridad. Elizabeth recordaba sujetar aún más fuerte su mano y sentirse agradecida por tener a alguien tan valiente con ella. Los niños eran crueles, siempre lo supieron, sin embargo, desde que se regó que la única cosa que ella sabía acerca de sus padres era que la abandonaron cuando aún era un bebé, pareció que el nivel de maldad en los niños incrementó.
Sin embargo uno no podía compadecerse de Martha; había llevado una vida maravillosa y feliz a pesar de que Elizabeth sabía que el recuerdo constante de la idea de una familia normal con sus padres la asaltaba algunas veces. Aunque Martha sabía que no los necesitó nunca, el rechazo, hacia ella, siempre estuvo ahí.
Ella había vivido toda su vida con sus tíos abuelos, unas personas mayores, religiosas hasta la médula y amantes de los pianos. A pesar del estilo rudo con el cual Martha se regía (y aún lo hacía), sus tíos siempre la trataron con cariño y afecto, como si fuera su hija, y ella siempre los trató con amor y respeto, como si fueran sus padres. Y lo eran.
Elizabeth siempre había pensado que Martha destacaba en cualquier lugar al que iban. Con su cabello rojo y hermosa piel blanca era imposible no detenerse a mirarla aunque fuera un segundo. Las personas la llamaban una chica difícil, una chica malhumorada y aveces aterradora, pero eso era sólo lo que ella quería que pensaran, Elizabeth conocía su lado tierno y su lado sensible, podía decir con absoluta seguridad que era una de las pocas personas que la habían visto llorar, podía decir también que era su mejor amiga así como Martha afirmaba ser la suya.
Ahora, ellas avanzaban medio corriendo, medio caminando por entre las personas de la central de autobuses con la maleta de la castaña siendo arrastrada por detrás.
Tal y como siempre pensaba Elizabeth, era imposible no mirar a Martha aunque fuera de pasada, las cabezas de las pocas personas presentes en el lugar giraban y apuntaban sus ojos hacia ella, hacia sus vaqueros negros ajustados y sus botas de cintas.
Cuando por fin se detuvieron cerca del autobús Martha cerró fuertemente los ojos y cuando volvió a abrirlos, dibujó lo mejor que pudo una sonrisa antes de observar a su amiga parada justo detrás de su hombro izquierdo. Tenía que ser fuerte por ella.
Martha tomó de los hombros a la chica de ojos grises y la obligó a mirar a sus familiares ojos, tan familiares como todo lo que ella significaba.
_Escúchame bien castaña, no venimos hasta aquí sólo para llorar, ¿entiendes? —asintió. Lo sabía. Estaba de acuerdo—. Bien... John estará esperándote afuera cuando llegues, tendrá lista tu habitación en su departamento y no tendrás que preocuparte por pagarle el primer mes, de eso ya me he encargado —Elizabeth no tuvo tiempo de protestar pues Martha ya se encontraba silenciandola con su mano en su boca—. Trata de encontrar un empleo, eres buena cantando, dirígete a un bar y muéstrales lo que sabes hacer. Verás que todo será más fácil —suspiró y se echó atrás con impaciencia el cabello—. Prométeme que seguirás estudiando, por favor.
—Lo haré.
—Promételo.
La tomó de la mano, sabía lo que las promesas significaban para ella.
—Lo prometo.
—Oh, ven aquí —extendió los brazos y Elizabeth se dejó sumergir por la seguridad que le proporcionaban. La iba a echar muchísimo de menos.
Al separarse, el brillo en los ojos de ambas se hizo presente por las lágrimas reprimidas.
—¿Por qué siento que te estoy abandonando? —murmuró Elizabeth con un hilo de voz apenas audible pero con una mirada desesperada que trataba de encontrar algo que sabía que no encontraría—. Ven conmigo.
—Sabes que no puedo hacerlo. No aún —dijo con voz débil. Elizabeth era consciente de la razón por la cual esperaba, ella hubiera hecho lo mismo de haber sido su caso—. Escucha Elizabeth; esto es por ti, eres la persona más fuerte que conozco. Si con todo lo que has pasado no te has derrumbado, ninguna jodida cosa hará que eso pase. Así que ahora sube a ese maldito transporte y llámame en cuanto llegues, si necesitas algo estaré ahí, lo sabes.
La castaña sonrió aún con lágrimas en los ojos, la tomó entre sus brazos una vez más, recogió su maleta y subió a lo que la alejaría de lo que hace unos segundos se convirtió en su pasado, a excepción de Martha y lo relacionado con ella.
Se sentía dividida por la mitad. Una parte de ella estaba feliz por lograr lo que siempre había querido, pero la otra se encontraba triste porque dejaba atrás todo lo que conocía y la había acompañado durante toda su vida.
Era probable que fuera estúpida.
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(Holy Holy - Sentimental and Monday)
Martha en multimedia.
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Elizabeth
RomanceEn esta historia intento evocar un amor tan común y tan único como cualquiera a nuestro alrededor con retazos de clichés y situaciones cotidianas capaces de ser expermientadas por el más simple de los mortales. Sin embargo, me gusta jugar un poco co...