CAPITULO III

11 1 0
                                    

  Estábamos tendidos en la cama, después de terminar de comer, escuchábamos música y bebíamos hasta que el vino ya había hecho efecto y llegamos a su cuarto. Lo hicimos, toda mi ropa estaba tirada en el suelo junto a la suya.
Me reconforta ver que encima del buró que está a lado de su cama hay una foto de nosotros: Celebrábamos su cumpleaños en algún restaurante de la ciudad, ambos estamos sentados, Manolo mira a la cámara riendo mientras yo estoy agarrando su hombro con la mano, mirándolo fijamente y sonriendo.  

—¿Puedes imaginarnos juntos en un futuro? —pregunté mientras recargaba mi cabeza en su pecho desnudo.

 —Ya estamos juntos Ana —respondió acariciando mi cabellera con su mano derecha, la izquierda estaba ocupada sujetando un cigarro encendido. 

  —Sabes bien a lo que me refiero Manolo... 

—No lo sé, pero hemos pasado de todo, merecemos ser felices. 

  —¿Y crees que a mi lado encontrarás felicidad?

—La encontré una vez, ¡carajo Ana! Eres la única que me ha hecho regresar a sus brazos en más de cien ocasiones. Estamos un poco perdidos, ya lo solucionaremos... —hizo una pausa de varios segundos—. ¿Sabes por donde podemos empezar? 

—Dime

—Podrías dejar de poner música de Bryan Adams en el carro o dejar de escuchar Celine Dion cuando te hago sentir mal —bromeó mientras me pasaba el cigarro. 

—Jajajaja —solté una carcajada—, eso jamás sucederá. Bryan Adams se queda conmigo. 

—¡Lo sé! Pensándolo bien prefiero mil veces escuchar Summer of 69 que a los backstreet boys...

 —¡Ya no los escucho mucho!

—¡¿Cómo no?! ¡Siempre que te arreglas reproduces un álbum completo!  —contestó riéndose.

 —Me pone feliz, en realidad toda la música vieja me alegra...

—Yo lo sé, es por eso que no te he quitado el puesto de D'J  donde sea que estemos—dijo besándome la mano.

—Gracias a mi escuchas The cure, te he inducido por el buen camino de la música.

 —Gracias a ti sonrío —admitió mientras se acomodaba encima de mi—. Enserio, tienes que actualizarte mujer.  —Los dos reímos y nos besamos. 

Decidí quedarme a dormir con él, estábamos pasándola tan bien que no quería que acabara. Vimos películas, él leía algún libro aburrido de derecho en el comedor mientras yo estudiaba en la recámara. 
Me gusta tener algo de ropa en sus cajones, así tengo qué ponerme para el día siguiente.
Me acosté y le mandé un mensaje a mi primo avisándole que no llegaba a dormir, veía algún programa en la televisión hasta que mis ojos se cerraron. Un rato después sentí cómo Manolo se metía a la cama y me abrazaba por la espalda. 

—¡Ana! ¡Ya levántate! —gritó desde la regadera.

—No estoy —contesté colocando la sábana en mi cara.

—¡Sabes que entro más temprano que tú, apúrate o te voy a dejar!

—Osea... De haber sabido que me ibas a levantar a puro grito me quedaba en mi departamento escuchando los de Pablo —dije malhumorada incorporándome de la cama.

—¡Jaja! ¡Tu y yo sabemos que despertarte es la parte más difícil del día! 

—¡Si ya entendí!     

—¡Deja de contestar y ven conmigo!

Entré a la regadera con él, nos bañamos juntos, Manolo salió primero, yo me quedé un rato más, tenía frío, él no soportaba el agua casi hirviendo, yo si. 
Salí, me vestí y me arreglé, cuando salí del cuarto, él ya estaba sentado desayunando. 

PERO ES PRECISO SOLTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora