Martes 3 de Enero de 2014.
Recuerdo aquella mañana como si la fuera a vivir cada día, los nervios de una operación nasal se apoderaban de mí, pero debía ir si quería volver a respirar con normalidad, aunque dentro de lo que cabe era un día genial, soleado y resplandeciente... Que lástima que unos nervios puedan tirar al traste dicho día.
Me dirigí a la cocina como solía hacer todas las mañanas para desayunar, no hay nada mejor que un café a primera hora del día acompañado de las últimas noticias que ofrece el periódico, pero hoy no ofrecían nada interesante, corrupción y hambre, nada nuevo.
Di dos sorbos diminutos al café para comprobar su temperatura , estaba templado ,lo bebí de un trago para quitarme de encima esas ganas de regresar a la cama y pasar el día sin hacer nada. Aún quedaban 3 horas para ir al hospital, pero ver cómo se consumían los minutos me ponía histérico, cuando quieres que el tiempo pase rápido es cuando te ignora y decide ir más lento que nunca. Estaba impresentable, mi aspecto no era lo mejor que digamos, mi cuerpo estaba gritando una ducha desestresante urgente, cogí mis sandalias de andar por casa , ropa y me dirigí a la ducha, no pude relajarme del todo, tenía el peso de las horas sobre mí. Eran las 8:00 Am, quedaba solo media hora para verme postrado en una camilla y con una bata que a saber cuántas personas se la habían puesto. Bajé al garaje con prisa dado a que había perdido cinco minutos mirando el móvil, me monté en el coche y fui rumbo al hospital. Durante todo el camino solo pensaba en encontrar aparcamiento y que debía de ser más puntual para la próxima. Al llegar parece que ese espacio me estaba esperando, aparqué el coche y fui corriendo a la sala de tortura o sala de espera, llámala como quieras, dicha sala estaba llena de gente, se ve que no era un buen día para varias personas, me senté al lado de una chica morena de cuerpo esbelto que a simple vista parecía perfecta, estaba leyendo una revista de prensa rosa, cotilleos y moda.
Al tomar asiento le di los buenos días y me respondió con una sonrisa:
-Para quien los tenga- No quise ser atrevido pero la intriga podía con mis principios, le pregunté qué hacía en un lugar como este.
-Pues vengo a una operación- Respondió con tono sarcástico pero dulce.
Me sentí estúpido después de aquella pregunta que merecía una respuesta tan obvia, seguro notó en mi cara que no sabía qué decir, así que decidió romper el hielo.
-¿Y tu qué, vienes a operarte también o solo vienes a leer revistas?-
Esta chica me caía bien, si era capaz de tener humor antes de una operación dudo que luego de la intervención sea más seria.
Le conté el por qué de mi visita al hospital, le dije con humor que mi nariz estaba mal de fábrica y quería una nueva, que con esta no podía respirar.
-Tampoco te pierdes buenos aromas en este momento- Dijo con cara de repugnancia.
-Espero que no sea por mí- Respondí amablemente.
-¡Quien sabe!- Exclamó agarrándome la mano para quitarle hierro al insulto.Después de esta conversación tan divertida me puse serio y le pregunté el porqué de su asistencia a esta sala.
-No quiero hablar del tema ahora, no me apetece recordarlo- Dijo en un tono bajo, como de preocupación.
No insistí más y le dije con tono burlón:
-¿De tu nombre si te apetece hablar no?-
-¡Claro!, perdona la falta de educación, me llamo Cloe-
-¡Muy bonito!- Exclamé.
-Y que, ¿no me piensas decir el tuyo?- Me dijo con tono burlante.
-¡Oh, disculpa! Me llamo Alejandro, Alex para los amigos, así que llámame Alejandro- Dije buscando sacarle una sonrisa.
-Muy bien, Alex- Respondió ignorando mis palabras.
Me notó un poco nervioso y para tranquilizarme colocó en mi mano un objeto, un cristal con un pétalo de cerezo dentro.
-Te dará suerte creéme, ya me lo devolverás cuando te vea por estos pasillos- Dijo en voz baja.
Fue una pena no poder continuar esta conversación debido a que el enfermero vociferó mi nombre acompañado de un insensible "pase a quirófano ya".
Entré en un cuarto frío y oscuro donde apenas veía lo que tenía a dos palmos de mis pies, me habían metido allí dentro para que me pusiera aquella bata desteñida para proceder con la anestesia y la operación, me obligaron a ponerme una redecilla en el pelo y al mirarme al espejo no pude dejar de pensar en que si Cloe me viera así, con estas pintas, se reiría de mí sin dudarlo ni una sola vez.
Alguien toca la puerta provocándome un sobresalto dado que estaba en mi mundo mental mirando esa ridícula redecilla de mi cabeza, al hablar noté por su tono arrogante que era aquel enfermero delgaducho y con cara de pocos amigos.
-¡Dese prisa, que el cirujano no tiene todo el día!- Gritó detrás de la puerta.
No respondí, solamente abrí la puerta y le dije:
-¿Contento? Ya salí-
Me miró con cara de asco y me acompañó hasta la sala de operaciones repleta de terroríficos instrumentos quirúrgicos.
-Túmbese, por favor- Dijo el cirujano.
Me ceñí a sus órdenes y me tumbé en la camilla con las manos sudadas deseando que pasara de una vez la maldita operación.
Colocó en mi rostro una mascarilla de color azul acolchada con una manguera conectada a una bombona de algún tipo de somnífero gaseoso, recuerdo la mirada de aquel doctor, una mirada fría, como si no tuviera que operar a un joven de su tabique nasal.
-Respire despacio- Me ordenó.
Mientras realizaba dicha respiración escuché de fondo una fina voz que decía:
-Cloe Alcázar, ya está lista su sala quirúrgica-
Después de oír esa frase no paraba de pensar en cuál sería el motivo por el cual Cloe debía ser operada.
Intenté no respirar para dejar de inhalar ese gas y así tal vez lograra escuchar alguna conversación entre los médicos que me diera una pista sobre el problema de Cloe, pero no pude enterarme de nada, me encontraba demasiado cansado como para centrarme en voces tan lejanas.
El doctor me miró con cara de enfado al ver que la mascarilla estaba empañada a causa de mi intento por cotillear sobre lo que pasaba.
-¡Respire, es que no me ha escuchado!- Gritó causándome una rabia inmensa.
Decidí respirar con tal de no volver a oír hablar a ese estúpido.
Notaba un peso inmenso en los ojos junto a una pérdida de sensibilidad en todas mis articulaciones, los efectos de la anestesia estaban dando su fruto.
Cuando estuve a punto de caer rendido escuché unos gritos de los enfermeros diciendo "la paciente se nos va, hay que hacer algo, ¡rápido!".
Tal vez era Cloe, pero no pude moverme para ir a ver que pasaba era demasiado tarde, finalmente caí dormido bajo los efectos de aquel gas.
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CAMPOS DE CEREZOS
Short StoryAlex, un joven moreno y alto como otro cualquiera siente los nervios de una operación nasal a la que tiene que acudir por el bien de su salud, al llegar al hospital conoce a Cloe una chica de su edad. Alex pierde la memoria y no recuerda a Cloe pero...