Hasta encontrarnos

Ocho

—Bye dulzura y corazones creciendo, es romántico —dice Cara leyendo los mensajes —. Y lo dejaste en visto, Donabeth tú si que derramas ternura.

La miro mal, mi último novio a lo mucho me decía Dona de cariño y ella quiere que yo sea cariñosa.

—Necesitas un poco de calor para derretirte.

—Carolina no seas payasa, te oíste como las comunes únicas y diferentes, "en las manos correctas me derrito", "solo necesito a alguien que me reconstruya".

—Te salió linda la actuación —se burla —. Pero Dona tienes quince años y ese tonto de tu ex cree que aún lo amas solo por qué no has conseguido a nadie más.

—No necesito a nadie más.

—Él cree que si.

—Él puede creer lo que quiera, quiero leer tus mensajes, Carolina, déjame verlos —cambio de tema.

—Lee lo que quieras —me entrega su bello iPhone, con un estuche de lo más caro.

¿Cómo es que tengo una amiga adinerada? Fácil, herencia. Su abuela murió y en el testamento le entregaba 10.000 millones de euros a ella, este dinero debía ser utilizado para sus estudios en Francia y todo lo que a Cara la haga sentir bien.

Una española en Francia, ella debería escribir un libro de lo bien que se escucha eso.

—¿Ya los has leído?

Asiento.

—Solo que ¿el +34 no es código de España?

—Si lo es.

—¿Por que hablar con un chico español?

—Por la misma razón que tú con un inglés.

La miro mal.

—Tú eres tonta Cara.

—No me alagues tanto Dona, el ego se me sube —se burla.

—Estás coqueteando con el chico —le grito.

—Dona, yo coqueteo con palabras bonitas, tú lo haces con palabras groseras, somos exactamente iguales.

—No coqueteo con Juan —susurró.

—Si lo haces cariño, supéralo.

Se da la vuelta y se sienta en el puesto vacío del metro, todas las personas tienen sus ojos en nosotros, pero como hablamos en otro idioma nadie sabe de lo que hablamos.

—Juan acaba de enviar un mensaje.

Juan

¿Despierta?