—¿Dónde vas? —Madre como soldado se pone en la puerta.
—A la casa de un amigo. Vuelvo rápido. —Respondo. Madre no cambia de parecer.
—¿A juntarte con esas niñitas? Tú no te mueves de acá, Takanori. Ya es el colmo, no voy a dejar que denigres así a la familia. —Madre se desahoga. ¿Por qué? Porque el otro día, vino una señora. Yo no estaba, pero tía la gran salvadora me contó. Dijo: "Vino una señora a hablar con tu mamá. Le dijo que te controlara, que no quería que siguieras viendo a su hija. Dijo que encontró unas cartas que le enviabas, y que si no te alejabas por las buenas, sería por las malas". Era la mamá de Keira, una puta con la que follábamos seguido. Era de otro colegio, a veces hablábamos por Messenger, y a veces nos escribíamos cartas, aunque no de esas cartas en sobres y la hueá, porque estas eran unas cartas de lo más farragosas del mundo, en hojas de cuaderno arrugadas y mal dobladas. Estaba de sobra decir que eran ultra porno. Ah, y no faltaban las decoraciones de picos.
Al final no salgo. Vuelvo a la pieza y sigo contando los puntos del cuadro de puntos.
Los meses pasan. Mayo. Junio. Julio. Agosto. Septiembre. Octubre.
Octubre es diferente a los otros meses. Junio también lo fue en cierta parte.
Conocí a alguien. Al colegio llegaría una nueva alumna, una nueva compañerita que de seguro sería igual de nerd y fea que las demás. No sé si por desgracia o por fortuna me equivoqué, porque sólo llegó una niña bajita y de ojos claros. Era delgada y tenía la piel de porcelana. Era linda, no era una mujer con un cuerpo extravagante de tetas gigantes como las minas de la tele, pero era linda, linda, y me atrevo a decir que más que las de la tele. Era de esas que son tan bonitas que parecen muñecas, y dan ganas de quedártelas y poner una repisa para dejarla. Se llamaba Harumi, y cada vez que la miraba me sonreía. Yo, babeaba.
Yo no era la clase de chico que quería cosas serias, menos conociendo a las mujeres y lo fácil que se abrían de piernas. Mis compañeras canutas, algunas salvaban, no eran tan feas. Pero hablaban tantas incoherencias que me quitaban las ganas de seguir conociéndolas. En cambio, ella se sabía comportar, sabía hacer bromas y reírse de la vida.
Un mes después de conocerla le robé un beso, y tiempo después descubrí que ese siempre sería el primero para ella. Le había quitado la virginidad de los labios, y ahora quería la otra.
Me tenía loco y yo no lo sabía. No supe en qué momento estuve tan aferrado a ella, que terminamos pololeando. Se lo pedí en una plaza, no había un lugar más romántico. Sus padres me aceptaban, pero supongo que era porque no sabían nada de las maravillas que había hecho antes de llegar a su niña, que ahora era mía.
Madre está feliz con ella. Padre está feliz con ella. Tía está feliz con ella. Hermano está feliz con ella.
Estaba haciendo las cosas bien, la quería y no sólo con el interés de despojarla de su linda inocencia. La quería de verdad, pensaba en ella y la cuidaba, y a veces nos poníamos tontos y hasta hablábamos de un futuro juntos, con una casa y un perro. "Hijos después del matrimonio", decía ella. Y yo me reía y le embarraba el helado de chocolate en los labios para darle besos.
La voy a dejar a su casa, nos tomamos la mano y hacemos cosas de novios pendejos. No hay tocadas, no hay cartas porno. Tía ya no me pasa preservativos. No hay nada de lo que amaba, pero soy feliz.
Llega Noviembre con una sorpresa.
¿Se acuerdan del rubio de ojos verdes? ¿Se acuerdan que quizá, solamente su aroma sería el recuerdo que tendría de él? Me equivoqué, y no sé si para bien o para mal, yo creo que para peor. Me equivoqué. A las dos semanas después de verlo por primera vez, entre tanta iglesia, un día, mientras tío pastor habla, yo miro al frente y con mis ojitos pecadores y esperanzados, rezo mentalmente.
"Diosito. Sé que no me he portado bien, te prometo que trato, trato de no pensar en cosas cochinas, trato de controlarme y no salir de casa a caer en la tentación. No quiero ir al lago del fuego, no quiero ser malo, pero me cuesta. No me controlo. Yo no pido muchas cosas, y es un descaro que te lo pida a ti después de todo lo que he hecho, pero por favor, dame la oportunidad de verlo, aunque sea por última vez".
Me siento como los niños que hacen maldades todo el año y en Diciembre le escriben la carta a Santa, arrepentido de sus delitos de infante.
Yo no soy muy bueno, de vez en cuando hago acciones buenas, como ayudar a los ancianos, o recoger las cosas cuando alguien las bota accidentalmente. Pero ese tipo de cosas. Como no soy bueno, no entiendo porqué Dios todopoderoso cumplió mi deseo. ¿Por qué justo ahora? ¿Por qué cuando las cosas estaban claras y ya no me acordaba de él? ¿Por qué?
Shima estaba de cumpleaños, mis amigos no-de-sectas conocían a Harumi y les caía bien. Mi chica se divertía con ellos, así que la llevé. En medio de la improvisada pista que era el living, estaba él. Estaba tomando a otro hombre de la cintura, y se reía mientras se miraban a los ojos y se susurraban cositas al oído. El corazón se me para y la sangre me hierve al verlo con otro. Ah, y para bien o para mal —again—, el tipo sentía atracción por los hombres. Por lo visto.
Como que no quiere la cosa, le pregunto a mi amigo:
—¿Y ese quién es?
—Es Akira, —responde—, con su nueva presa, por lo visto.
Haru los mira y sonríe. No está a favor, pero tampoco en contra; le dan lo mismo.
El resto de la noche, no dejo de mirarlo. Intento creer que tengo poderes telepáticos para llamarlo y que voltee a mirarme, pero fallo, una vez tras otra. Me frustro, agarro a mi pareja y con la excusa de que es tarde, me la llevo.
El otro fin de semana, con la esperanza de encontrármelo, salgo sin ella. Llego y él no está.
Espero hasta el otro viernes, otra fiesta. No está. Pero dicen que la esperanza es lo último que se pierde, así que lo intento por última vez.
Mi perspectiva de "gays" siempre había sido el típico mino que usa pantalones rosados y apretados, poleras muy apegadas al cuerpo y que tiene gestos maricones con las manos. Que son de voces chillonas y exageran las cosas al hablar, aunque el relato conste de que fueron a comprar el pan. "Akira", es diferente. Un tipo de gay que no conocía. Se ve rudo, se viste rudo, y no parece que le gustan los penes. Investigando en Internet entiendo el concepto de "Activo-Pasivo-Versátil". Quizá este es de los primeros. La idea me pone más caliente y me lo imagino dándole a sus víctimas por el culo. Duro, duras estocadas mientras los mira con una sonrisa socarrona y dice: "¿Te gusta?". Mientras el pasivo amanerado gime como princesita y tartamudea un "s-sí".
Cuando me doy vuelta, veo que camina al lado donde estoy yo. Me cruzo descaradamente para que me note... ¡Y lo hace! Hago como que se me cae el celular, este se hace mierda en el suelo y la batería salta a la chucha. Me agacho a recogerlo y él me ayuda.
—¿Cuándo será la vez que no haga cosas tontas frente a ti? —Recuerdo cuando casi caí sobre él. Pero soy descarado y no me avergüenza seguir fingiendo que lo recién pasado es un accidente y no algo planeado.
El ríe y me entrega la batería.
—Cuando dejes de ser despistado. —Me responde y yo muero con su sonrisa. Para que el tema no termine ahí, le ofrezco salir a fumar. Porque como buen psicópata, de tanto haberlo mirado esa noche ahora sé que fuma y casualmente son los mismos que yo compro. A pesar de que tiene, me dice que sí.
Salimos al patio, empezamos por las preguntas típicas: ¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes? ¿Qué haces por la vida? ¿Qué música escuchas?
Aprendí más de él. Aprendí un poco de las cosas que le gustaban. Aprendí que odiaba los días lluviosos y el pescado. Aprendí que le gustaban las hamburguesas y el café. Aprendí que tenía veinte y que estudiaba en la universidad.
Aprendí a conocer lo que me pasaba, y supe que no era una atracción pasajera.
Supe que estaba en problemas. Entendí que ya no haría las cosas tan bien.
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Joven y Alocado. (REITUKI)
FanfictionUn chico de 17 años, hijo de una familia conservadora y fanática religiosa; ese es Takanori. En plena edad del deseo y la curiosidad sexual, el castaño relatará sus experiencias, las estrictas exigencias de sus padres, y la culpa que le carcome por...