El rubio de los ojos verdes.

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Exhalo el humo del cigarro, arreglo mis pantalones y me voy de la casa de Yumi, una niña bonita que andaba con la falda perfecta para subirla, bajar sus braguitas, y darle hasta que no pudiera más.

El viernes, me llega un mensaje de Yuu.

"Fiesta en la casa del pato".

Pido permiso a padres. Madre no está de acuerdo en que salga cada fin de semana, pero padre es machista y dice: "Es hombre, él puede salir a divertirse cuando quiera". Me arreglo y salgo. Tía se ríe y sin que nadie se dé cuenta, me echa un preservativo en el bolsillo de la chaqueta. Beso su mejilla y me voy. Ella dice. "Mejor prevenir, que lamentar". Y guarda mi secreto de sobrino fornicario que a pesar de que nunca se lo dije, ella lo intuye.

En el metro, me encuentro con la última niña que me follé. Va acompañada de otra, se miran y están muy cerca. Nos bajamos en la misma estación y me saluda, ellas también iban a la fiesta. Me reúno con mi grupo, saludo de mano y hablamos de cosas que no puedo hablar con mis compañeros de colegio. A madre no le gusta que me junte con personas que no sean de alguna secta, siempre discutimos por lo mismo, pero yo sigo fiel a que los amigos son la familia que uno elige.

Salgo al patio a fumar con una amiga, y veo lo que me deja en un pequeño trance. Yumi y la niña con la que venía en el metro se están besando y metiendo mano por todas partes, y besos no de los normales, besos calientes, de los que se penetra la boca con la lengua que se quiere meter hasta el esófago.

Se me hizo raro, ya que nunca había presenciado algún gesto homosexual así tan... explícito. Padres, iglesia, tío pastor, colegio canuto, siempre me dijeron: Hombre con mujer, y mujer con hombre. Niño con niña, niña con niño. Me acuerdo que a los once estaba paseando por la calle y vi a dos hombres dándose piquitos. Madre chilló y me tapó los ojos. "¿Por qué se están dando besos?", pregunté extrañado. Madre me explica que esas personas son aberración. Padre golpea la mesa diciendo que a esas personas hay que eliminarlas. Tío pastor me dice que ellos se van al lago del fuego. Yo lo encontré tan raro.

Cuando crecí, me siguió dando curiosidad. ¿Cómo hacían cositas cochinas ellos entonces? Porque yo siempre leía que lo "permitido", era pene y vagina. Incluso en la Biblia se dice que el pene es para la vagina y la vagina para el pene, ninguno de los dos es para otra parte. Entonces, en una relación de hombres, no hay vagina. En una relación de mujeres, ni hay pene. ¿Qué pasa? Yo pensaba que puro darse besos. O así fue hasta que Yuu, un tipo que conocí en una fiesta y actual mejor amigo, miró a dos hueones que se estaban susurrando melosamente al oído. Se largó a reír y dijo: Yo cacho que el de negro es que el da. " ¿Dar qué? Pensé, pero la idea que me quedó dando vueltas. Al otro día, como buen curioso, le pregunté. Gentilmente me explicó que ellos se lo metían por atrás. Quedé en un pequeño trauma al hacer el gran descubrimiento, pero eso estaba mal, era aberración, así que no le di muchas vueltas. No quise saber más del tema hasta que me puse a pensar: Las minas no tiene pico, entonces, pero sí ano y vagina, entonces, ¿qué se mete? Me enteré que los dedos.

Aberración.

—Yuu... ¿Me tiré a una lesbiana? —Le pregunto al negro.

—No, le sirven las dos cosas. —Me había acostado con una bisexual.

Toda la noche quedo pensando, caliente, las miro y me excita como se besan. Quiero ir y culiarme a las dos. Al final me decido y les voy a hablar, y entre tanta cerveza, terminamos contra el colchón de la pieza, consumados en lo que siempre sería mi primer trío. Pico para las dos y por los tres agujeros.

Despierto, ya es de día. Las dos siguen durmiendo y yo me levanto, me arreglo, y miro mi celular. La historia de siempre: Madre llamando. No le contesto, tomo mis cosas y me voy.

Cuando me subo al metro, busco un lado seguro en donde ubicarme. Como soy pequeño, no ocupo mucho espacio, pero los demás sí y me aplastan. En una estación, se sube otra masa de gente. hay tanta que hasta respirar es difícil. Entre empujón y empujón, un chico quedó frente a mí, quedamos tan cerca que el espacio personal ya no existía. Ojos rasgados y medios verdosos, es rubio y más alto que yo. Tiene una camiseta negra que dejaba ver sus trabajados brazos, cuerpo digno de alguien que hace babear a las mujeres. Está serio y mira aburrido hacia un punto fijo. Yo no dejo de mirarlo. Nunca en mi vida había visto a un hombre tan putamente lindo.

El metro para y la gente baja desesperada, por andar distraído me empujan y me estrello contra el siguiente candidato a Mister universo. Me siento chiquito, más de lo normal. Tengo cuerpo de niño y él de hombre. Lo miro avergonzado por el descuido y el ríe.

—Perdón. —Digo. Él niega con la cabeza.

—No pasa nada.

El recorrido sigue normal y yo no le saco el ojo de encima. "Que no se baje, que no se baje", pienso. Lo miro, babeo y lo miro. Y peco, porque está mal desear de sobremanera estar cerca de alguien de tu mismo sexo. Me paso una estación porque quiero seguir viéndolo, pero él se baja y se acaba mi deleite. Sigo arriba una estación más para disimular, y mejor tomo un bus.

Agarro mi celular, diez llamadas perdidas de madre. Llego tarde a la iglesia, mamá me refunfuña sin que nadie se dé cuenta, y me obliga a cantar. En el almuerzo estoy intranquilo, siento una sensación rara y no puedo parar de pensar en los ojos del tipo del metro.

Trato de pensar en cosas desagradables, cosas incómodas en mi vida de pecador. Me acuerdo cuando una amiga, en su casa, estaba haciéndome un oral. Su mamá entra y pone un grito en el cielo. No contenta con eso, llama a madre y le cuenta. Padre me regaña, madre grita histérica por manchar la santidad de la familia. El día exacto en donde mi rebeldía y madre empiezan sus enfrentamientos que no tienen fin. Se me olvida un rato, pero cuando me tiro a la cama sonrío y pienso en él de nuevo. Porque su perfume era tan fuerte que aún lo recuerdo, y es triste, pero quizá sea ese el único recuerdo que me quede del rubio de ojos verdes.

Joven y Alocado. (REITUKI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora