Eran las tres de la mañana y la almohada estaba puesta sobre mi cara. No había estúpido más grande que yo.
"¡Nos veremos otro día! Me tengo que ir, Akira... lo siento, lo siento. ¡Lo siento!".
Con esas palabras me despedí de él y huí de esa casa.
El corazón aún me palpita a nivel impresionante. Quiero desaparecer del mapa de una buena vez. Ya... lo que pasó, fue que recordé algo. Cuando estaba tirando con una niña que conocí en una fiesta, se sacó el pantalón y se la quise meter por atrás. Bragas abajo, y sentí el peor olor de toda mi vida. No sólo eso, la selva que tenía por todas partes me quitó las ganas de tocarla. Está bien si hubiera sido escaso, o yo que sé, ¿más pasable? ¿Menos olorosa? Pero fue un asco, y ella ni se inmutaba. Esa era la desventaja de acostarse con cualquiera, habían quienes no conocían la higiene personal.
Volviendo al tema de la depilación. Tengo amigos -dementes- que les encantan cuando las niñas no se depilan la vagina, y vale, en gustos no hay nada escrito, pero a mí me pasa lo contrario. Prefiero que tengan la piel suave y libre de vellos.
Y yo no estaba depilado.
Y nunca en mi vida me había preocupado de mi limpieza anal.
Por eso escapé, pero le di la excusa de "me puse nervioso" cuando me llamó para preguntarme si estaba bien.
Ese sábado voy directo a comprar máquinas de afeitar, entre otras cosas. Llego a casa, reviso y sólo está tía, quien duerme plácidamente sobre el sillón. Corro al baño y me encierro con seguro. Nervioso, me desnudo y entro a la ducha. ¿Cómo mierda me voy a depilar el culo? ¿Y si me corto, me sangra y se infecta? ¿Y si por eso tengo que ir al hospital? ¿Qué excusa tengo que dar por estar afeitándome "atrás"? Imagino el grito que pegaría papá. Dejo atrás la cobardía y me enfoco en el objetivo. No hay pico si no hago esto, así que me ayudo con algunos tips de Internet que antes había memorizado y comienza la misión.
Tuve éxito.
El lunes me sorprende una agradable noticia, el resto de las clases se cancela y corro a casa para cambiar mi ropa. Con mi piel de bebé me preparo para recibir de una vez su duro pene desvirgándome en culo. Hago unas compras, voy a darle la sorpresa. Golpeo suavemente su puerta, sostengo la bolsa que mantiene un pequeño pastel de chocolate y almendras, ese que tanto le gusta. La puerta se abre, sonrío al ver que él lo hace.
—¿Y esta sorpresa?
—Nos dejaron salir muy temprano. —Beso sus labios y paso de largo a la cocina para dejar las bolsas en la mesa. Él celebra al ver lo que he traído y como agradecimiento acaricia mi culo mientras me besa. Quiero servirle un trozo. Todavía no voy a coquetearle, primero necesito tranquilizarme porque mis manos están temblando. Trago saliva con dificultad y me dedico a cortar un trocito de la pequeña tarta, pero el rubio tiene sus propios planes y soy tan débil ante él que no soy nadie para impedirlo. Se apega a mí y mi espalda, su respiración caliente roza mi oreja y aprieto mis labios. Mi mano no tiene movimiento. Quiero maullar como gatito asustado.
—¿Por qué paraste? — Roncamente lo susurra y trago saliva con dificultad. Si hablaba, no soltaría otra cosa que no fueran balbuceos, así que conservo mi silencio y sigo deslizando el cuchillo. Pero no puedo, tiemblo, y me excito, moviendo suavemente mi cuerpo para frotarme contra el mueble, y contra Akira. Conozco su plan, quiere desesperarme, y lo logra así de rápido.
No lo soporto más. Soñé tanto con esto y lo único que quiero es disfrutarlo hasta el final. Me voltea y me come la boca a besos, acaricia tanto como puede, me hace jadear sobre su boca.
Me besa. Me está besando, siento su respiración agitada, tibio y dulce aliento. Su boca tiene sabor a tabaco y menta, seguramente una de esas pastillas que siempre se echa a la boca. Me derrito, me pregunto si le gustará el sabor de goma de mascar de fresa, que fue lo que comí antes de que me cazara en sus garras.
—Te deseo tanto, bebé. —El apodo me hace sonreír como bobo enamorado. Me pierdo en caricias. Las doy y las recibo, deseo tanto seguir escuchando esa voz.
—Te lo demostraré ahora, solamente quiero ser tuyo. —Digo. Un beso húmedo. —Tócame, por favor. Llevo tanto tiempo esperando esto. —Al parecer eso lo deja algo sorprendido, le faltan palabras, pero sus acciones responden perfectamente. Me toma con más ganas, y me arrastra a la sala mientras quita mi ropa. Primero mi camisa, baja mis pantalones y mi ropa interior. Quita mis zapatos y mis calcetas. No hay nada que me cubra, y estando él abajo, escala por mi cuerpo usando sus labios. Besa mis pantorrilas, chupa mis muslos y lame mi entrepierna. Sube a mi vientre, succiona, y se levanta para torturar mis pezones con su egoísta boca. Gimo descontrolado, no hay limitaciones en mis reacciones y saberlo me pone más. No habrán interrupciones esta vez.
—Eres tan lindo. —Me susurra. Sonrío ruborizado, quiero verlo también. Saco su ropa, desprendo la camiseta y su delgado pantalón de pijama, agradezco que esté descalzo. Queda su ropa interior, veo su erección marcada y deseo tanto sentirla, por eso la acaricio cuando le devoro la boca y consigo hacerle gruñir.
Todavía no me toca nada trasero, sólo agarra lo que tiene a la vista. Me obliga a agacharme, quedo como perrita obediente arrodillada en el piso. Baja lentamente la única prenda que lo cubre y suspiro. Algo más rico no vi en mi vida. La piel de su pene era clara, pero no tanto como el mío, y su punta rosada y algo curvada, quería chuparla de inmediato. El tamaño era bastante generoso. Visualizo un escaso manto de vellos, que, como nunca, me parece de lo más excitante. Relamo mis labios, cual puta caliente, y parece ser que mi acto le pone. Se masturba, y toma mi nuca suavemente para acercar mi cara a su pene, mis ojitos suplicantes lo miran como gritándole: "¡Pero no sé hacerlo!". Y él, a pesar de estar caliente, me acaricia la cabeza, tranquilizándome.
—Lo harás bien. —Susurra. Casi me desmayo por su voz ronca. Ah, pero, ¡ni un consejo dio!
Rememoré todas las veces que me lo chuparon, como me gustaba que me lo comieran a mí. Y empecé, fiel a mis gustos. Quise conocerlo primero, sentirlo. Acaricio el glande, lo froto, luego hago lo mismo con el largo. Aprieto un poco sin quererlo, me excedo en fuerza, y él ruge. Qué calor. Me acerco, asomo mi rosada lengua y acaricio el falo, gimotea y yo lo miro, guiándome por sus expresiones, a ver si lo hago bien. Toma su pene y hace que este me golpee los labios. "Escupe", ordena y lo hago. Sigo lamiendo, la saliva se desliza y chupo la punta. Me guía un rato, hasta que penetra suavemente mi boca y protagonizo una pequeña arcada. Al parecer no fue muy suave y sonríe al notarlo. Lo intenta otra vez, diciéndome que relaje la garganta, y puedo tragarlo aunque me cuesta acostumbrarme. Akira mueve sus caderas y embiste mi boca, se escucha un sonido que me pone, cierro mis ojos y disfruto tenerlo en mi boca, pero a veces los abro para asegurarme de que esté aquí. Tengo miedo de que sea un sueño, es muy perfecto para ser real.
Me ocupaba toda la boca, ni respirar podía. Eliminé una duda existencial; el sabor. Realmente no sabía a nada. Era como si estuviera chupándole un brazo. Una vez le pregunté a una tipa después de coger. ¿A qué sabe el pene? Y dijo: Si está limpio, a nada. Si está sucio, se sabe. Sabor a sudor asqueroso, como algo podrido.
Mi chico era limpio. Retiro el miembro de mi boca con ayuda de mi mano, lo masturbo y atrapo más de la mitad en mi boca. Muevo mi cabeza a un ritmo que cada vez más sube. Pienso que es un chupete de frambuesa, mi favorito. Me siento feliz al saber que disfruta, sus sonidos ásperos lo dejan a la luz.
Él sabe que es mi primera vez, llego a pensar que quizá sea romántico y dulce, pero no, aunque sí tiene una pizca de esto. Es un sucio, y lo peor es que me encanta. Me mira como un degenerado excitándose con las colegialas y sus pequeñas faldas, y me encanta, por la mierda, me encanta. Que me siga mirando así, sólo a mí.
Cuando me levanta de la alfombra y me lleva a su cama, sé que me metí en la boca del lobo. Esta vez no hay vuelta atrás.
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Joven y Alocado. (REITUKI)
FanfictionUn chico de 17 años, hijo de una familia conservadora y fanática religiosa; ese es Takanori. En plena edad del deseo y la curiosidad sexual, el castaño relatará sus experiencias, las estrictas exigencias de sus padres, y la culpa que le carcome por...