Apartamento 803. Febrero 26, 1971 (Sumergida)

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Limpio. Limpio. Limpio. Mi padre se sentiría muy decepcionado si viese el lugar que habito, he adoptado el olor de detergente como mi olor corporal cuando desde cría me han enseñado que debía oler a basura, pero no es mi culpa toda esta desgracia; es el humano que vive conmigo.

No sé cómo le llaman los otros humanos, porque ninguno viene a verle, y él nunca sale. Yo le apodo "Trapito" porque siempre carga un trapo encima, con una botella de detergente en las manos. Mi humano apaga la luz cinco veces seguidas de una habitación hasta estar seguro de que está apagada. Trapito cree que el ruido que hago mientras me como su comida es producto de su imaginación, y cuando limpia el desastre causado por mí se regaña a sí mismo pensando que fue un detalle que se pasó por alto, yo me río de él un rato hasta empezar a sentirme mal y creer que mi humano estaría mejor sin una rata ensuciándolo todo.

Pero si yo no desordeno, ¿qué va a limpiar? Porque he visto los ataques que tiene cuando va a limpiar algo que cree sucio y no lo está, empieza a voltear a todos lados y cree que hay alguien más en el apartamento aparte de nosotros. El apartamento, recuerdo cuando llegué aquí, escapaba de una numerosa familia que no me dejaba ser yo, lo que me impulsó a entrar fue el aviso en el muro del patio, ese que decía "¡Bienvenidos a los apartamentos Paradise! Donde sus sueños se harán realidad." Era justo lo que necesitaba, porque mi sueño era encontrar a alguien que creyese que vivir en el basurero no era normal.

Lo observo agachado debajo del fregadero, donde acabo de tirar unos cuantos granos de arroz y unas cuantas heces. Su cuerpo está cubierto por bolsas plásticas negras y sus manos tienen esos guantes amarillos que usan las amas de casa en la televisión, restriega sin descanso hasta que la mancha invisible desaparece de su vista, entonces seca, recoge el trapo y el detergente, apaga la luz y sale de la cocina. 1, 2, 3. Vuelve a encender la luz y revisa la gaveta de los cubiertos, donde eché un poco de harina hace diez minutos.

Me pregunto, mientras lo miro sacar cada tenedor de su empaque y lavarlo con alcohol, ¿Los sueños de Trapito se han cumplido en Paradise? ¿Su sueño era quizá limpiar todo el día un apartamento que se ensuciaba solo? Si es así, no debo irme jamás. Soy parte de su sueño, como él del mío, y nosotros somos parte de estos apartamentos.

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