Dejo caer la olla en mitad de la sala, el ruido me hace estremecer, el vecino grita una grosería y desde abajo oigo como golpean el techo con la escoba. Todos han escuchado el ruido, excepto ella. La niña de cabello chino sigue dibujando figuras incoherentes en el periódico de ayer, me pregunto qué creerá que son las letras, me pregunto si sabe que tiene 5 años, o si sabe cuál es su nombre.
—Julieta— La llamo pero, la niña continúa inmutada, hago formas con mi sombra que llegan hasta ella y capto su atención, ella me ve y sonríe. Yo aguanto las lágrimas cuando ella viene hacia mí dando pequeños pasos de niña, se para a mi lado y hace figuras sin sentido con sus pequeñas manos que se reflejan en la pared; se ríe, demasiado alto, yo puedo escucharlo y me atormenta, pero ella continúa ajena a todo. Como si fuese normal. Como si fuese normal no escuchar nada.
Recuerdos vienen a mi mente sin que yo pueda evitarlo, su llanto eufórico al nacer, mi canto que no la calmaba, la voz insegura de la enfermera al decirme que era normal. Los primeros meses sin notarlo, pensando que era distraída o que yo no era lo suficiente atractiva para llamar su atención con gritos. El primer año pensando que era retardada, hablándole con gestos y muecas para que me entendiera, contratando una niñera porque no soportaba no poder comunicarme con mi sangre, deseando escuchar un "mamá". El segundo año sin poder creer lo que esa desconocida decía de mi hija, ¿sorda?, no, mi hija no podía estar enferma, mi hija no podía ser sorda, mi hija tenía que decirme "mamá". El tercer año lleno de angustia y rabia, no salíamos a la calle juntas porque me daba vergüenza que alguien se diera cuenta, le gritaba que no debía soltarme de la mano y ella sólo movía sus brazos intentando decirme algo que no estaba preparada para entender, porque lo único que yo quería era escucharla decirme "mamá". El cuarto año, los vecinos se dan cuenta, hablan de una educación especial, pero ¿ellos qué coño saben? Mi hija es normal, no necesita educación especial; la maestra dice que los niños se burlan de ella, que no están capacitados para atenderla, mi hija llora debajo de una mesa y rechaza mi mano estirada, quizá no merezca ser llamada como anhelo. El quinto año... El quinto año...
Me arrodillo delante de ella, lágrimas surcan mi rostro, me golpeo la mejilla con la palma de mi mano. Ella me ve confundida, no entiende. Golpeo suavemente mi mejilla con la palma de mi mano, y me señalo. Julieta corre de vuelta a la mesa, y pienso darme por vencida cuando de pronto vuelve con ese periódico y me revela su dibujo, he visto esa sonrisa en mi rostro en muchas fotos, no eran figuras incoherentes, era la yo que hace muchos años ya no veía. Me sonríe, se golpea la mejilla ella también y me señala. Por fin. He imaginado este momento muchas veces, y sólo este pequeño apartamento ha sido testigo del cumplimiento de mi sueño.
ESTÁS LEYENDO
Apartamentos Paradise
Short Story¡Sea bienvenido a los apartamentos Paradise! Donde sus sueños se harán realidad. ¿Está buscando esa felicidad que nunca aparece? Visite nuestros apartamentos, le contarán historias inolvidables, podrá observar el paso del tiempo en el muro de Paradi...