Contenemos la respiración al escuchar mi teléfono soñar, otra vez. Nos quedamos quietos observándolo mientras vibra en la mesita de noche de madera.
Suspiramos cuando deja de sonar. Y lo miro a los ojos. Sabe lo que le estoy preguntando: ¿Qué hago ahora?
Él cierra los ojos y me abraza como si así mis problemas desaparecieran. No sé porqué pero ese gesto me enfada. Me levanto apartándolo y me adentro en el baño en busca de silencio. El teléfono ha vuelto a sonar.
Me lavo la cara con agua fría pero no es suficiente. Me quito la ropa hasta quedar desnuda de espaldas al espejo y entro a la ducha.
El agua fría me hace olvidar por un momento dónde estamos y por qué. En cuanto cierro el grifo me vuelve a la cabeza.
Cuando salgo, Jack ya no está en la habitación. Me visto lo más rápido que puedo para no tener que ver mis cicatrices y las heridas recientes.
–¿Jack?– Lo llamo.
–Aquí.
Está sentado en el viejo sofá del salón, con una botella de vino en la mano.
–¿De dónde has sacado eso?– Hace un giro de cabeza hacia el armario empotrado de la derecha. Asiento y me siento a su lado. Me pasa la botella y la miro por un momento. Acabo bebiendo.
Una botella y media después veo por primera vez la ventana. La luna está llena y me mira juzgándome. Intento pedirle perdón con los ojos pero al parecer no me escucha, porque el móvil vuelve a sonar.
Grito y, ya sea por el alcohol consumido o por la rabia retenida, acabo lanzándolo a la pared. Sin darme cuenta empiezo a llorar. Me arrodillo en el suelo con las manos cubriendo mi cara mojada de sufrimiento. Jack me abraza por la espalda.
–Ya ha acabado todo– me consuela– No hace falta que llores. Estás a salvo.
Me refugio en su pecho y decido creérmelo por un rato. Su mano se apoya sin querer en una de mis heridas más recientes y me estremezco. Él aparta la mano rápidamente y pasa acariciarme el pelo.
–¿Jack?
–Dime.
–¿Qué hago ahora?
–Vivir–me da un beso en la frente y repite–Vivir.
Solo la idea de que eso pueda ser verdad: que pueda ser feliz, me hace creer que estoy soñando. Después de tantos golpes, tantos insultos y tanto dolor, voy a poder vivir de verdad.
Y sin embargo, a la sombra de esta felicidad siempre estará el recuerdo de mi padre pegándome y de Jack lanzándole un puñetazo de vuelta.
El teléfono suena de nuevo, y se que lo único que quiere mi padre es que vuelva para poder castigarme con su cinturón.
Pero ya no más.
He venido al supuesto paraíso para ser feliz.
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Apartamentos Paradise
Short Story¡Sea bienvenido a los apartamentos Paradise! Donde sus sueños se harán realidad. ¿Está buscando esa felicidad que nunca aparece? Visite nuestros apartamentos, le contarán historias inolvidables, podrá observar el paso del tiempo en el muro de Paradi...