La enfermedad

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Lo que descubrí aquella noche hizo que dormir fuera un reto para mí. Sin embargo, él casi nunca aparecía por la casa, y nosotros desconocíamos el por qué, ya que Rosy no quería hablar del grave problema de su marido.

A medida que los días pasaban, mi relación con ella se afianzaba cada vez más. Aprendí todos los oficios del hogar gracias a ella, mientras compartíamos chistes malos con los que pasar el tiempo. Los niños parecían libres y felices, pero eso era sólo cuando no estaba su padre, porque cuando éste llegaba, nada era igual. Las cenas eran apagadas, ya no existían los chistes ni las risas y se respiraba un respeto por parte de Rosy hacia su marido, que hasta ese momento no supe que su nombre era Joseph, que la hacia ver cómo una esclava. Fue ahí cuando comprendí que el miedo era el que movía a esa familia, aunque en realidad era Joseph quien lo imponía.

Sin embargo, el dolor pudo con el miedo.

Un día, mientras limpiábamos la casa, Sally se desmayó. Acudimos de inmediato, pero no respondía a nuestras llamadas, así que la llevamos al hospital. Una vez allí, sentíamos una desesperación por saber el estado de la que nos había estado cuidando con tanto amor, y el resultado fue algo que no nos esperábamos ni era beneficioso para el momento que estábamos pasando económicamente y personalmente.

Sally sufría un cancer cerebral que implicaba una operación que significaría su muerte o no, ya que el tumor se encontraba muy avanzado. Esta noticia, la recibimos Joseph y yo, ya que era lo suficientemente madura como para entender la situación, al contrario que mis hermanos, los cuales esperaban intranquilos a que su madre volviera a estar junto a ellos.

Rosy nunca quiso que ninguna de las personas a las que amaba sufriera debido a su enfermedad, y por ello, siempre nos lo ocultó. Ella ya sabía con certeza del malestar anormal que sufría desde hace tiempo, pero nunca quiso que nos preocupáramos. Su marido, cuando estaba sobrio, intentaba ayudarla. Sin embargo, la presión podía con él. La gravedad de la noticia y el dolor que sufría lo volcó en el alcohol. Cada noche, aquel hombre multiplicaba su violencia gracias al alcohol, agrediendo a sus propios hijos, si es que preguntaban sobre algo que a él le molestara.

Yo pasaba cada noche al lado de Rosy, y la ayudaba si así lo requería. Cada día era más duro para ella, debido a la quimioterapia que hacía caer su cabello. Lloraba mucho, cada noche, sin la presencia de su marido para apoyarla y yo sabía que ese era su mayor dolor.

Cuando este aparecía, se comportaba como un desconocido. De repente, Rosy necesitaba muchos medicamentos para controlar el dolor, y el dinero escaseaba, debido a que Joseph lo invertía en alcohol. Entonces, fue ahí cuando decidí que debía conseguir ese dinero para salvarla, y así devolverle todo lo que había echo por mí. Anduve a través del pobre barrio, sin encontrar ningún tipo de oficio en el que poder incluirme hasta que ví un vertedero y en él, la oportunidad de poder aportar mi grano de arena.

ᴇʟ ʙᴀᴜʟ ᴅᴇ ʟᴏs ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏs ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora