Vida

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La vida me parecía un lugar vacío desde aquel desafortunado acontecimiento que no tenía porque haberle pasado a una niña, que solo quería ayudar a su familia.

Después de lo ocurrido, dejé de ir a trabajar. Rosy notó mi bajo ánimo y mis pocas ganas de comer y no paraba de animarme a dejar de estudiar porque pensaba que ese era el motivo de mi malestar. Conseguí reunir unos 1500 euros que pensé que bastarían para aportar una gran ayuda en el financiamiento de los medicamentos de Rosy. Aún así, sentía que no hacía lo suficiente, pero tampoco quería ni podía volver a aquel lugar...

Como no quería que Rosy se enterase de que estuve trabajando en aquel lugar, cada día, le dejaba un billete debajo de la alfombra, y yo fingía un asombro mientras ella reía contenta ante aquel descubrimiento cada día, pensando que era producto de un admirador.

Un día como otro cualquiera, Rosy quiso que marchara para comprar uno de sus medicamentos, y decidí ir a buscarlos al centro de la ciudad. Mientras caminaba, iba sumergida en mis pensamientos cuando noté que alguien me llamaba por la espalda. Al volverme, me encontré con un hombre de estatura media, parecía adinerado y vestía demasiado moderno. Me miraba sorprendido, examinando cada centímetro de mi rostro.

—¡espléndida! — dijo alzando los brazos.

—¿Perdone?—dije confundida.

—¡Si, si! Sabía que había echo una gran elección! —dijo, confundiéndome tanto que me disponía a marcharme.

Pero entonces me volvió a interrumpir:

—Siento no haberme introducido antes, me llamo Archie Robins, te he observado y tengo que decirte que serías una joya para el mundo del modelaje... deberías firmar para presentar mi nueva colección... si si... ¡serías perfecta! —dijo, aunque no me creí ni una palabra.

—Gracias, pero no estoy interesada —dije, ya que no me fiaba de aquellas palabras provenientes de un hombre que acababa de conocer.

—Te dejaré pensarlo, toma; está es mi tarjeta, piénsalo y llámame... —dijo, ofreciéndomela, cosa que accedí a coger tras mucho pensarlo.

Al llegar a casa, decidí no contar lo que aquel hombre me había ofrecido, ya que no le di ningún tipo de importancia. Dejé las medicinas sobre la mesa, y me percaté de que no había nadie en casa. Entonces, decidí hacerme algo de comer cuando Joseph llegó a casa. Para mi desgracia, el hecho de que estaba borracho era algo palpable, por lo que permanecía en silencio rezando por que no se percatara de mi presencia, pero lo hizo.

Entró en la cocina y se acercó a mí. Podía sentir su respiración y me sentía nerviosa.

—¿Crees que por intentar hacer la comida eres una mujer? —dijo riendo a carcajadas mientras podía oler el alcohol desde la corta distancia que nos separaba.

No respondí, temiendo su estado.

—¡¿Seguro que piensas que soy un borracho ¿a que sí?¡ —gritó, asustándome.

—¿¡Tienes miedo?!...Responde! , ¡Vamos! —dijo golpeando la mesa con fuerza.

—no —dije susurrando, pegada a la pared, con un cuchillo en la mano.

Al verlo, comenzó a reír y se acercó a mí de nuevo.

ᴇʟ ʙᴀᴜʟ ᴅᴇ ʟᴏs ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏs ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora