Recuerdo que era un hermoso día de primavera, un rayo de sol llegaba directo a mi rostro y desperté a causa de ello. Estiré mis brazos aun dormido y me giré para mirarlo como siempre, el dormía más que yo normalmente, pero ese día al abrir mis ojos...
Caminaba por un sendero, me encontraba agotado después de buscarlo por horas, me costaba respirar por el frío, no sentía mis pies y mis botines estaban empapados, pero seguía en su búsqueda. Me detuve un momento tratando de recuperar el aliento y recordé que llevaba una de sus bufandas, mantenía su esencia intacta, al respirarla una sensación de calor recorrió mi espalda y miré hacia delante con determinación dispuesto a seguir.
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Seguí con dificultad, a lo lejos, fuera del blanco contexto del paisaje divise a alguien, me acerque lentamente por instinto, no podía ver muy bien desde tanta distancia. Ese camino llevaba a las vías del tren, si era el... ¿Qué hacía ahí? Al acercarme unos metros pude reconocer su espalda, llevaba el chaleco azul que le había regalado Hope hace unos días, se detuvo y sus rodillas cayeron al suelo.
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-No... ¿Qué está haciendo? ¿Taehyung? – solo en ese momento comprendí la situación. El sonido del tren a lo lejos se hacía cada vez más fuerte, y aunque comprendía que sucedía, no podía conectar muy bien mis ideas aun. Miré hacia todos lados buscando algo en el aire, en el suelo, no sabía qué hacer, después de un instante que parecieron horas solo corrí con desesperación hacia él.
-No.... ¡Tae! ¡¿Qué haces?! ¡Tae no! – mi cuerpo no me respondía, tropecé tantas veces que no recuerdo, mis manos y rodillas ensangrentadas ni siquiera sentían el dolor. Mi vida no tendría mas sentido si aquello pasaba, y sabía que eso no sería algo que pudiera olvidar, ni siquiera alguien como yo.
El sonido del tren resonaba en mi cabeza cada vez más fuerte, iba abriendo heridas en mi alma, el miedo me cegaba y mi cuerpo reaccionaba torpe por primera vez, no podía dejar de gritar su nombre, estaba seguro que estaba escuchándome.
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- ¡Taehyung! - mis piernas no fueron lo suficientemente rápidas, ni mi desesperación lo suficientemente sobrehumana y el tren paso antes de que yo pudiera siquiera alcanzar a mirar como el volteaba a verme con una sonrisa y esos ojos que me decían "adiós" antes de posar su cabeza en un lugar que lo conduciría a la muerte. Mucho menos alcance a tomarlo entre mis brazos y decirle todo lo que sentía.
Jamás olvidare ese sonido, ni aquel carmesí escurriéndose por mi rostro y por esa blanca nieve, donde mis rodillas cayeron primero y luego mi cuerpo entro en estado de shock.
