Capítulo XXV

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 Alicia y Tarrant experimentaron una lluvia de sensaciones durante aquél largo beso pero ,como todo momento mágico, debía finalizar, tarde o temprano. Cuando finalmente sus labios se separaron lentamente, ambos quedaron mirándose a los ojos. Sus miradas irradiaban un profundo amor que ya no podían ocultar pero ,a la vez, también dejaban ver que un cierto temor los unía: el de pensar qué sucedería a partir de ese momento. 

Fue Alicia quien, al reaccionar, caminó unos escasos metros en dirección al árbol más próximo que tenían a sus espaldas. Bajo él se sentó, llevándose ambas manos a su rostro, aún en shock por lo que acababa de suceder.

Tarrant permaneció de pie, inmóvil, observando a su amada campeona. Él no estaba tan confundido como ella, ya que llevaba bastante tiempo aceptando que sentía algo más que un cariño fraternal por la joven. De todas formas, su corazón latía más fuerte que nunca. Aún no podía creer que la había besado tan impulsivamente y el hecho de que ella le hubiese correspondido tan apasionadamente, no hacía otra cosa que aumentar sus esperanzas de que Alicia decidiera quedarse junto a él en Underland. 

Esperó un tiempo prudencial hasta que comenzó a caminar lentamente, acortando la pequeña distancia que lo separaba de su amada. Una vez a su lado, se arrodilló junto a ella y, con inmensa dulzura, quitó las manos de Alicia de su rostro.

-¿Te encuentras bien?- le preguntó.
Fue entonces cuando notó que la muchacha estaba llorando sigilosamente. Eso le partió el alma.

-No, Tarrant. No estoy bien-respondió ella. -Me siento confundida. Me siento con un gran vacío en mi interior. No puedo entender cómo sucedió esto- agregó entre sollozos.

-Lamento si te confundí, Alicia. Pero, en algún momento iba a tener que confesarte lo mucho que me importas. Te quiero mucho más de lo que te imaginas, mi querida.

Esas palabras provocaron una especie de escalofrío en la joven. 

-No sé qué decirte. Yo también te quiero mucho pero...
-Entonces si también me correspondes, ¿por qué lloras?-la interrumpió el Sombrerero.

-Tarrant, tu y yo pertenecemos a mundos completamente diferentes. Nuestra relación no puede ir más allá de la amistad.
-Pero tu siempre me has dicho que no eres feliz en tu mundo. Incluso ahora menos que nunca. Quieren obligarte a que te cases con un hombre al que no amas, tu misma me lo confesaste ayer por la mañana.

-Por mucho que quieran obligarme, ya di mi palabra de que no me casaré con ese hombre. Pero eso no significa que pueda quedarme aquí, entiéndelo.
La expresión del Sombrerero se volvía más triste a medida que Alicia pronunciaba cada una de esas palabras y ella lo notó.

-Lo lamento. No quiero ser dura contigo. Sabes que te quiero muchísimo, pero no puedo corresponderte como tu quisieras. Yo pertenezco a Londres y  a su gente aunque no esté de acuerdo con la mayoría de sus costumbres. Tengo cosas que hacer allí, necesito pensar en cómo recuperar los negocios y las tiendas que mi madre decidió quitarme a no ser que me case con ese hombre. Se lo debo a la memoria de mi padre, Tarrant. ¿Lo entiendes?

El Sombrerero asintió, a pesar de que cada vez lo sofocaba más la profunda tristeza que sentía.

-Perdóname-le dijo dulcemente Alicia colocando ambas manos en el rostro de aquél hombre que estaba logrando que perdiera la poca cordura que consideraba que le quedaba intacta.

-No. Perdóname tu a mi- respondió Tarrant secando con sus dedos las lágrimas que emanaban de los castaños ojos de la joven. -Lo que menos deseo es hacerte daño.
Sus miradas volvieron a encontrarse. Era innegable que los dos deseaban con todas sus fuerzas repetir aquél maravilloso y reciente momento. Incluso, casi inconscientemente, comenzaron a acercar más y más sus rostros. Pero en un momento en el que los labios de ambos se encontraban a centímetros de distancia, Alicia tomó la dura decisión de levantarse, antes de que pudiesen caer nuevamente en la tentación.

-Creo que será mejor que nos apresuremos, si no queremos meternos en problemas con la reina- dijo, tratando de que no se notara la agitación que le había provocado el nuevo acercamiento.
-Está bien-respondió Tarrant, incorporándose. -Sígueme, conozco un atajo.
Los dos emprendieron la marcha, sin decir ni una sola palabra. Sus mentes estaban demasiado ocupadas tratando de poner en orden sus pensamientos. Durante gran parte del camino, Alicia recordó las palabras de McTwisp el día anterior en el salón circular de las puertas: "Solo puedes tenerle miedo a aquello que no conoces". Si bien en su momento no se había detenido a reflexionar sobre esa frase, ahora comprendía perfectamente su significado. Pero jamás había imaginado que el amor pudiese ser algo a lo cual se le podía llegar a temer.




Alicia: El Retorno al País de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora