Capítulo C

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-Beba esto, Lord Hamish. Verá que se sentirá mejor- dijo Adeliza, colocando una taza de té frente al hombre.

-Gracias- respondió él, antes de volver a sumirse en sus pensamientos. Y es que, a pesar de que trataba de mostrarse lo mejor posible, la furia por lo que acababa de enterarse aún lo carcomía.

-Lo noto preocupado...- comentó la criada, haciendo que volviera a caer en la realidad.

-¿Crees que no tengo motivos para estarlo?- preguntó Hamish, mientras le daba un sorbo a su té.

-Por supuesto que si pero, después de todo, usted quería que su matrimonio con la señorita Alicia siguiera en pie y lo ha conseguido.

-Pero ya no es lo mismo, Adeliza. Nada es igual a lo que se suponía que debía ser. ¡Yo tenía planes! ¿Lo entiendes? ¡Y ahora todo se desmoronó como un castillo de naipes!

-Entiendo su frustración pero no olvide que, a los ojos de toda la familia Kingsleigh, usted será como un héroe a partir de ahora. No cualquier hombre hubiese tomado la decisión que usted tomó.

Hamish dejó la taza sobre la mesa, tornando aún más seria su expresión.

-Créeme que en este momento, ser un héroe o no, es lo que menos me importa. Yo sé que le dije a Helen que aceptaba casarme con Alicia y hacerme cargo de ese niño a pesar de todo...pero simplemente no puedo dejar de pensar en los problemas que eso me traerá. ¿Te imaginas lo que será para mi tener que fingir que soy el padre de un bebé que en realidad es hijo de quién sabe quién?

-Bueno, yo entiendo su posición pero, si sabía que iba a disgustarle tanto responsabilizarse de él, ¿por qué decidió seguir adelante con su matrimonio?- inquirió Adeliza, mientras secaba una bandeja de plata.

-¡Porque no quiero echar por la borda todos mis planes, por culpa de un maldito engendro!

-Bueno, anímese. Piense en todos los beneficios que obtendrá debido a esto. 

-No me importan esos beneficios. Yo quería casarme y, en todo caso, tener mis propios herederos. Ahora, no solo debo hacerme responsable de Alicia, sino también de un embarazo que yo no busqué. Y, luego de que nazca, tendré que hacerme cargo de un niño que no quiero. ¿Cómo crees que me sentiré?

En ese momento, Adeliza dejó la bandeja sobre la mesa y se aproximó más a Hamish.

-¿En verdad quiere deshacerse de este problema?- le preguntó, en un tono sumamente confidencial.

-Es lo que más desearía. Pero, ¿cómo podría hacerlo?

-Si usted lo desea, yo puedo darle la solución- respondió la criada, sacando un pequeño frasco del bolsillo de su delantal, ante la atenta mirada del hombre.

-¿Qué se supone que quieres que haga con eso?- inquirió él.

-Dele tres gotas...y el asunto estará arreglado.

-Pero...¿de dónde lo sacaste?

-Supuse que querría usarlo. Es algo que siempre he tenido en mi alacena personal por si se presentaba el momento de que alguien lo necesitara. Creo que ese momento ha llegado.

Hamish tomó el frasco, comenzando a entender todo.

-¿Estás segura de que funcionará?- preguntó, entre susurros.

-Por supuesto. No hay posibilidad alguna de que falle- respondió Adeliza. -Además, hará efecto rápidamente.

-Me agrada la idea- replicó él, comenzando a recuperar su cínica sonrisa. -Pero, ¿por qué quieres hacerme este favor? ¿Vas a pedirme algo a cambio?

-En absoluto, Lord Hamish. Simplemente tengo un deseo altruista de colaborar con usted. Desde luego que este será un secreto que guardaremos muy bien.

-Perfecto. Definitivamente, esta será mi salvación. Muy bien pensado, Adeliza- la felicitó el hombre, muy satisfecho.

La criada sonrió antes de dirigirse a la sala de estar.

Una vez solo, Hamish volvió a tomar su taza, sin dejar de observar el pequeño frasco. Al darle un sorbo al té, no pudo reprimir una mueca de asco al notar que se había enfriado. De todas formas, no le importaba en absoluto.

«Parece que el pequeño engendro no se entrometerá en mis planes, después de todo» pensó, sin dejar de sonreír.



Alicia: El Retorno al País de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora