Capítulo XXXVII

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Durante toda la mañana, Alicia permaneció en su cuarto. Quería sufrir lo menos posible y sabía que si se encontraba con Tarrant no iba a poder. Por supuesto que en la noche lo vería, pero no tenía pensado hablar demasiado con él. Debía tratar de focalizarse en otras cosas.

Cuando notó que los colores del cielo comenzaban a cambiar, señal de que el sol lentamente se estaba poniendo, salió al balcón. Ver el atardecer tal vez era lo mejor que podía hacer en ese momento. 

No se percató de que el Sombrerero estaba observándola desde el jardín, sentado bajo los cerezos. Se veía muy hermosa apoyada sobre las barandas, con su cabello largo y ondulado siendo mecido suavemente por la brisa que corría. ¿Cómo podía ser posible que la amara tanto? Y, ¿cómo sería posible sobrevivir luego de que ella se marchara?

Tan distraído estaba con estos pensamientos, que no notó que Cheshire se encontraba a su lado hasta que el gato habló.

-Te va a dar tortícolis si sigues mirándola, Tarrant- dijo maliciosamente.

-Solo me quedé mirando un punto fijo y me distraje pensando en otra cosa. No es por Alicia- respondió él, bajando la mirada.
-¿A quién quieres engañar? Ya todos sabemos que estás loco por ella. 

-Por supuesto que no- mintió él. ¿Tanto se le notaba?

-Tranquilo, ella es una chica de mucho carácter y puede que no quiera reconocerlo. Pero también muere por ti. Es solo cuestión de tiempo para que lo acepte y note el gran error que cometerá al dejarnos. Regresará, ya lo verás.

-No va a regresar, Ches. La conozco bien. Si se va de aquí nunca más volverá, y yo tengo que aceptarlo.

En ese momento, Alicia fijó su vista en el jardín. A pesar de la lejanía, las miradas de ambos se encontraron durante unos instantes. Sin embargo, ella estaba muy seria y no tardó en desaparecer tras el ventanal. 

«Ojalá algún día entiendas que nadie, jamás, te amará tanto como yo» pensó el Sombrerero antes de levantarse de allí.

Mientras tanto, Alicia estaba meditando seriamente acerca de las posibles consecuencias de presenciar la fiesta de esa noche. ¿Qué tal si solo lograba confundirse más? No sabría cómo tolerarlo. 

-Con permiso, mi querida- dijo súbitamente la Reina Blanca, entrando lentamente en la habitación. Traía consigo un bellísimo vestido celeste con detalles en cristal blanco.

-¡Majestad! ¿Y ese vestido?- preguntó la joven.

-Es el que usarás esta noche-respondió la soberana.

-De ninguna manera podría ponérmelo. Además, realmente no estoy segura de ir.

-No, Alicia. No empieces de nuevo. Ya hemos organizado todo. Luego de esta noche, serás libre de irte cuando gustes.
Luego de decir eso, Mirana dejó el vestido sobre la cama.
-Querida, recuerda que tenemos mucho que agradecerte. Gracias a ti y a todos los que colaboraron para encontrar ese testamento, mi hermana fue capturada esta mañana. No puedes pedirme que te despida de una manera tradicional.

Viendo que no le quedaba más remedio, Alicia tuvo que aceptar.

-Está bien pero, ¿de verdad quiere que me ponga ese vestido?
-Por supuesto. Tu serás la reina esta noche, recuérdalo- dijo la soberana, tomándola del rostro. -Y será mejor que te apresures o se hará tarde. Ya te preparé el baño- concluyó.

-Está bien. Gracias- asintió la joven, sonriendo.

Una vez que Mirana se marchó, Alicia se detuvo a observar ese hermoso vestido que sería suyo por una noche. «Sería aún más hermoso poder disfrutar todo esto que me está sucediendo» pensó. «Solo espero poder olvidar a Tarrant algún día» concluyó mientras se dirigía al cuarto de baño. Más tarde se daría cuenta de que aquello era lo más imposible que jamás hubiera podido desear.







Alicia: El Retorno al País de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora