El resto del día pasó sin grandes percances. Con suerte, antes de las seis de la tarde llegaríamos al primer retén de soldados que había en el camino. Según tenía entendido éstos se habían establecido a lo largo de la carretera para tratar de dar un control al tráfico de animales, plantas que pudieran generar plagas en el otro estado, drogas y armas, pero a menudo no se revisaban a fondo a todos los vehículos que pasaban porque los soldados se cansaban y se asoleaban mucho por estar todo el día en uniforme a la mitad del desierto. Mi abuela pasó una vez una canasta llena de nueces cuando pasó Navidad con nosotros, acomodándola entre sus pies y echándose una cobija encima.
No sé qué cuál era el plan en caso de que nos detuvieran por llevar comida y un perro.
Mamá volteó hacia atrás y nos miró a los tres por un momento.
—¿Cómo se sienten? — preguntó.
—Bien —respondió Larissa automáticamente.
—¿Y tú, Sonia?
Me encogí de hombros, pensando una respuesta.
—No sé.
No me presionó para que fuera más específica. Hizo un gesto hacia el asiento de hasta atrás.
—¿Y Juanito?
—Creo que está dormido —dije, y volteé a ver—. Sí, sí está.
Loky levantó la cabeza de la pierna de mi hermano, pero sólo un momento antes de volver a bajarla. Larissa también lo vio y preguntó:
—¿Podemos prender el aire un rato?
Y lo prendimos.
Continuamos avanzando en silencio por un buen rato, en el que finalmente decidí abrir una botella con agua de la terminamos tomando todos, y mamá sacó una bolsa de plástico para juntar la basura y bajarla cuando pudiéramos.
Seguía rehusándome a dormir aunque sea un momento, pero justo cuando la luz del sol desaparecía, deseé haberlo hecho, pues entonces, más adelante junto a la carretera, se comenzó a distinguir un carro varado, y conforme nos fuimos acercando a ella, vi que se trataba de la misma pick-up verde que nos adelantó en la mañana. Desde su lado, la silueta de un hombre se metió a la carretera a hacernos señas para que nos detuviéramos, pero papá no frenó, sino que giró el volante para no atropellarlo y continuó el camino sin dudar ni un poco.
Me sentí terrible al darme cuenta de eso porque podría tratarse de cualquiera de nosotros, pero en el corto segundo en el que vi al hombre a menos de dos metros por mi ventana, vi que la parte inferior de su cara y la parte delantera de su camisa estaban llenas de sangre.
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Una manera de sobrevivir
AdventureUn apocalipsis zombie no parecía ser algo de lo que tuviera que preocuparme. No de verdad, al menos. Era algo de lo que mi familia y yo solíamos bromear, así que, cuando finalmente ocurrió, no lo creímos hasta que lo vimos. Entonces no hubo tiem...