Regla #11: No llames la atención.

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¿Cómo estarían mis amigos en ese momento?

    Tras todo lo que habíamos pasado me hubiera gustado creer que no podían estar en peores circunstancias, pero sabía que no era así. La mitad de mis compañeros ya ni siquiera iba a la escuela cuando se declaró la cuarentena. Tal vez sus papás tenían demasiado miedo como para mandarlos, o a lo mejor supieron qué hacer antes de que todo se viniera abajo... O a lo mejor fueron de los primeros infectados de la ciudad.

    Nosotros habíamos tenido suerte de haber sobrevivido al "brote", aunque todos parecían concordar en que ésa era la parte fácil. El verdadero problema surgía cuando los vivos se volvían más peligrosos que los (no) muertos.

    Sabía que era afortunada por continuar con mis papás, mis hermanos y mi perro, no lo hubiera cambiado por nada en el mundo, pero me habría encantado encontrarme y hablar con otra cara conocida. No podía evitar preguntarme... ¿dónde estaban en esos momentos? ¿Estaban atrincherados en sus casas? ¿Se habían ido de la ciudad para reunirse con sus familias de otros lados? ¿Estaban vivos?

    Los extrañaba muchísimo.

•  •  •

—¿Ya ves? —le dijo papá sin energías a mamá—. Te dije que sí íbamos a llegar.

Ella sólo le hizo una mueca.

Nadie tenía energías para correr hacía la sombra del edificio, pero todos nos dirigimos a ella sin decirlo en voz alta y, cuando la alcanzamos, prácticamente nos dejamos caer en ella, ignorando el piso sucio y rocoso. Entre todos nos acabamos otra botella de agua muy rápido. Loky se tiró de panza junto a mí y comenzó a jadear con violencia.

    —Me voy a morir —declaró Juanito.

    Larissa asintió.

    —Igual.

    Yo estaba muy cansada para sumarme a la afirmación, así que sólo asentí sin ganas.

    Papá se limpió el sudor de la frente y respiró hondo un par de veces antes de levantarse tomando su hacha.

    —Voy a ver si está abierto —dijo.

    —Con cuidado —lo despidió mamá.

    —Obviamente.

    Lo vi doblar la esquina sin poder erguirse por completo, y eso no hizo más que confirmarme lo terrible que era nuestra situación. Por más gracioso o cliché que pareciera, estábamos varados a la mitad del desierto.

    —¿Cómo quedaron? —nos preguntó mamá—. ¿Cansados?

    —No, 'ma —respondí—. Estaba calentando para el maratón.

    Me guiñó un ojo.

    —Ésa es mi niña.

    Entonces escuchamos un golpe metálico desde la parte delantera del edificio. Loky se levantó e hizo ademán de salir corriendo hacia allá, pero Juanito lo sujetó hasta que se sentó , con los orejas levantadas.

    —¿'apá? —gritó Larissa.

    Pero mamá la mandó a callar. Se descolgó su propia pistola del cinturón y se levantó con mucho esfuerzo, pero antes de que pudiera avanzar un par de metros papá se asomó por la esquina haciendo un gesto con la cabeza.

    —Vénganse, no hay nadie.

•  •  •

—¿Dónde están todos los soldados? —preguntó Juanito dejando su mochila en el escritorio vacío—. No hemos visto a ninguno.

Una manera de sobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora