"... estabas tú, sonriéndome", capítulo cuatro. ☁

275 23 11
                                    

No recordaba mucho después de eso.

Me había despertado y no reconocí dónde estaba, pero, después de unos segundos, vi la vieja televisión que mamá me había dado para mi nuevo departamento. Estaba en casa.

No sabía cuánto tiempo había pasado. Ni siquiera sabía qué pasó, hasta que lo recordé.

La imagen de aquella tarde fría en la que Martín y yo casi nos besamos me golpeó como una bofetada en la cara. Recordé los ojos verdes de un sorprendido argentino, tomado por sorpresa, y sus labios desprevenidos.

Sentí el rostro arder y adiviné que me había ruborizado. Mi corazón latía a mil por hora. ¿En qué estaba pensando? Puse mis manos en mis mejillas para apaciguar el sonrojo y me dolió la cara, como si tuviera varios moretones ahí. Debido a ello, una voz con un acento conocido exclamó, preocupada.

—No, no, pará, seguís herido, Manu.

Ahí estaba él, con unas banditas en la cara y varias heridas. Aún con el rostro golpeado, se veía increíblemente... fleto. ¿Un fleto lindo? tal vez, pero...

¿Por qué estaba golpeado?

—¿Qué te pasó, weón?

Casi grité, y me dolió la garganta por ello. Estaba, francamente, hecho pico.

—¿Qué nos pasó?—cambié la pregunta y solté un quejido mientras intentaba acomodarme. Me di cuenta que estaba en mi cama, y Martín estaba sentado junto a mí.

—Sólo... una pelea, nada especial.

Sentí en sus palabras la mentira que me había dicho. Fruncí el ceño, sintiéndome exageradamente afectado. No supe por qué, pero me sentí indignado.

—No me mientas.

—No te mentí—intentó sonreír mientras seguía excusándose—, es la verdad.

Me enfurecí más y por poco y lo empujaba. Le pellizqué la mejilla con fuerza infantilmente, gritándole, ya que no podía hacer más sin hacerle daño, y realmente no quería hacerlo. Era la primera vez que conocía esa faceta mía... oh, bueno, quizás no la primera, pero desde el accidente, nunca había perdido la compostura de tal forma. ¿Yo era así de enojón? Dios mío, qué pena ajena.

—¡A-ay, Manu, pará, duel---

—¡Estai' mintiendo, se te nota en la cara! ¿No que éramos pareja? ¿Dónde chucha quedó la confianza?

Me dolieron las costillas por el movimiento tan brusco y lo solté, reacomodándome en la cama. Miré hacia mi derecha y vi la lámpara prendida justo enfrente de la única ventana de la habitación. Estaba oscuro afuera. Quizás pasaron sólo un par de horas.

—Si no queri' decírmelo, me da igual, pero no vayai' diciendo mentiras como "sólo fue una pelea" o "éramos novios".

No sé de dónde saqué el valor para decir eso en voz alta, pero sólo lo hice. Tal vez fue la adrenalina o algo así. Mi visión se tornó borrosa y adiviné que estaba al borde de las lágrimas por un rucio mentiroso. ¿Por qué dolía tanto? No me atreví a verlo cara a cara, podría llorar ahí mismo. Sólo escuché su voz.

—Lo siento.

Sollozé y me tapé la cara con la almohada mientras sentía que él se acostaba a mi lado. ¿Por qué sollozaba?

—No lo sentí' de verdad.

—Sí lo hago. Lo siento, Manu.

—Entonces dime quién te golpeó para ir a sacarle la mierda.

Las nubes te llevarán mi mensaje; ArgChi. (PAUSADA)Where stories live. Discover now