※ ADVERTENCIA: El episodio contiene sexo explícito. Si no te gusta, no leas. Gracias por su atención ※
—Okey, repasemos una vez más. ¿Quién iba arriba?
Estaba mirando directamente al espejo de mi habitación y hablaba con mi reflejo, sentado en la cama. Estaba temblando y podía sentir la respiración de Martín, sentado al otro lado.
—¿Cómo era que... uh, hacían el amor los hombres?
Sin saber por qué, al decirlo en voz alta era mucho más vergonzoso que pensarlo. O sea, era normal, ¿no? Tener curiosidad. Aunque Dios condenó a Adán y Eva por metiches y copuchentos, la curiosidad sobre la sexualidad humana no podía ser pecado. Oh, hablando de Dios. Necesitaba su amparo. Sentía las mejillas arder. "¿A dónde se fue tu valor, Manuel?", pensé, recordando que minutos atrás estaba totalmente confiado en poder hacer eso con Martín. ¿Y qué weá estaba haciendo él? No hablaba y no me respondía y eso me enojaba.
—Oye, cachai que la idea es que ambos hablemos de esto, ¿cierto?
Espeté como un niño enfurruñado. Me giré con brusquedad al sentir que él se levantaba y el culiao' me tomó por sorpresa. El weón se había quitado la bufanda y la polera y por eso vi la espalda desnuda de Martín y, puta, no sé. Me calenté al toque. Me tapé los ojos instintivamente y me escandalicé como virgen de los años cincuenta.
—¿¡Qué weá!? —le grité sin querer y lo escuché reír. ¿Qué se creía? Lo peor es que yo me reí también y no lo pude evitar—. Tiempo fuera, tiempo fuera.
—¿Qué creés? Es el primer paso —me respondió y de alguna forma sentí que estaba sonriendo como siempre hacía.
Asomé la mirada por entre mis dedos y, en efecto, ahí estaba él, sonriéndome de esa manera. Los pequeños hoyuelos que tenía se le marcaban. Me gustaba mucho su sonrisa. Era blanca y ancha, encantadora, y tenía un no-se-qué en la forma en la que la torcía con suavidad, dándole un aire juguetón o qué se yo, eso que me hacía pensar gaymente. Tragué saliva, nervioso mientras él se acercaba por encima de la cama.
—Weón, te va a dar hipotermia —le dije, sintiendo cómo mi cara comenzaba a calentarse. El llevó su mano hacia mi mejilla derecha y se puso cara a cara conmigo —. ¿Qué querí'?
—A un chileno llamado José Manuel —respondió contra mis labios. Eso me provocó un escalofrío —. Y mejor nos apuramos, está un poco muy frío.
Él rió después de decir eso último y me pareció la weá más fome existente, pero me reí igual y no supe por qué. Bajé la mirada algo avergonzado mientras que Martín me sacaba la bufanda lentamente, como pidiéndome permiso. Yo, por mi parte, en el calor del momento rodeé su nuca con mis brazos y me recosté en la cama, aprovechando la posición para alcanzar su oído y susurrar.
—Supongo que tenemos que apurarnos nomás.
Creo que mi voz estaba temblando o algo, ya que el Martín tuvo la necesidad de abrazarme con suavidad para reconfortarme. Había funcionado, eso sí. Tuve una sensación de deja-vú. Entonces se me ocurrió que quizás yo no era virgen ni él tampoco. Ese pensamiento me hizo encogerme sobre mí mismo, sintiéndome mal.
Se notaba que Martín sabía cómo tratar conmigo, más o menos. Se notaba que se preocupaba mucho por mí y que, en efecto, me quería. Pero yo no estaba seguro si podía darle lo mismo. Sin darme cuenta, había llevado mi diestra a su mejilla y la había acariciado con suavidad, cosa que lo tomó desprevenido y se vio en su expresión. Eso me hizo sonreír. Cuando volví a hablar, él se ruborizó hasta las orejas.
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Las nubes te llevarán mi mensaje; ArgChi. (PAUSADA)
Non-FictionManuel es un chileno con amnesia que vive por su teléfono y el Internet. Sólo recuerda que vive en un apartamento pobre pagado por su pseudo madre y que, aparentemente, no puede vivir sin las redes sociales. Martín es un argentino alegre que prefi...