Caminaba sin rumbo con la vista pegada a la pantalla mientras una sonrisa burlona se dibujaba en mi rostro. Alguien había twitteado que se le había caído el té en los pantalones cuando abrió un vídeo, que resultó ser un audio de gemidos.
—Era obvio que te iba a pasar algo así... novato, nomá'.
No sabía a dónde iba. Sólo seguía a una vocecita imaginaria que me decía "ve allá, ve allá".
Nunca alzaba la vista, nunca miraba a mi alrededor, porque simplemente no me interesaba. Ni ver cómo las nubes hacían formas, ni cómo el viento lograba poner a su merced a los árboles. Viento. Hacía mucho frío, eso me hacía fruncir el ceño, pero prefería esto a los veranos infernales de Santiago. Iba a citar el tweet de esa persona diciendo algo parecido a lo que había susurrado momentos antes, pero algo me llamó la atención. Miré hacia adelante y fui testigo de cómo a un chico le rechazaban la propuesta de matrimonio. Mi expresión no cambió, pero en el fondo ya me había tirado al suelo de cinco formas distintas para reírme hasta morir. Mi mirada se posó, siempre tan penetrante, en la chica que rechazó el anillo. "Muy barato debió ser; ni una joya ni nada. Con razón la mina lo rechazó". Alcé mi celular disimuladamente y saqué una foto.
Bajé la mirada en cuanto logró twittear la situación.
"JJASKASKAJSJKAD LA WEÁ TRISTE WN #declaraciónfail"
Presioné el botón de "enviar" y sonreí. Me encantaban ese tipo de situaciones. Me encantaba reírme de la desgracia ajena y la mía propia, y no me importaba qué dijeran de mí.
Guardé el celular en el bolsillo escondido de mi abrigo, pues esa zona era conocida por los ladrones, o lanzas, de celulares. Seguí caminando, pensando en lo que haría si mi teléfono se perdiera. Posiblemente, no tendría otra razón para seguir respirando, así que haría algo parecido a suicidarse.
Entré a un café cuando la misma vocecita me dijo "entra" y me quité el abrigo para luego dejarlo en la silla. Me subí ligeramente la manga de la camisa y miré con desprecio los cortes que habían en mis muñecas, algunos aún rojos. Me los tapé de nuevo y pedí un té junto a un sándwich.
El mesero me sonrió con amabilidad. Su tez era cobriza y, al parecer, se llamaba Miguel. No me agradó que me sonriera como si nos conociéramos, pero le resté importancia, porque pensé que era parte de su trabajo.
Esperé, mirando hacia un punto fijo, sin pensar en nada realmente. Me empezaron a doler los ojos, pues tenía algo con poner la pantalla del celular a dos centímetros de mí. En cuanto mi orden llegó, volví a prender el celular y me puso a revisar Facebook. Bajando con el dedo pulgar, bajando mientras daba likes, me encanta o cualquier otra cosa. Si tan sólo hubiera seguido así, si tan sólo hubiera mantenido de la cabeza abajo, tal vez así no nos hubiéramos vuelto a conocer.
Tal vez así no haya pasado otro accidente.
Pero lo hice. Alcé la mirada y lo vi.
Era alto y rubio, con una linda silueta, parecía que Dios dejó a ese ángel a su suerte sólo para reírse de él. Parecía perdido, nervioso, y eso sólo lo supe por cómo se movía.
Elegí una mesa el lado de la ventana, por eso pude verlo con mayor claridad.
Estaba afuera del café, caminando de un lado a otro, como esperando a alguien. Tenía sólo una chaqueta y una camisa, parecía un suicidio salir así hacia afuera. Dio unos pasos hacia mi ventana y, en cuanto se giró hacia mí, me miró a través de ella. Sus ojos.
Eran preciosos.
Verdes esmeralda, llenos de esperanza, brillaban con la débil luz del sol, y su sonrisa era hermosa.
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Las nubes te llevarán mi mensaje; ArgChi. (PAUSADA)
No FicciónManuel es un chileno con amnesia que vive por su teléfono y el Internet. Sólo recuerda que vive en un apartamento pobre pagado por su pseudo madre y que, aparentemente, no puede vivir sin las redes sociales. Martín es un argentino alegre que prefi...