El Viaje de la Vida

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Una vez me cogió una galerna cuando remaba una canoa hecha de corteza de abedul, cruzando un lago en la parte superior de Canadá. Fue una experiencia emocionante mientras duró, pero valió la pena. 

Habíamos viajado por ríos y corrientes, algunas veces tranquilos y otras violentos, pero siempre entre variados escenarios de bosques grandiosos. 

Fue por tanto, una experiencia nueva el salir de la corriente a un gran lago y habiendo dado principio a nuestra excursión bajo un sol brillante, nos encontramos de repente con un cielo que se oscurecía, una galerna que se levantaba y un mar proceloso. La frágil canoa que antes sólo habíamos considerado como un vehículo para transportarnos por el río, se había convertido en nuestra única esperanza de vida. Si ésta hacia agua o daba contra algún obstáculo (de los cuales había ahí bastantes), estábamos perdidos. Nuestro remo ya no lo veíamos como un simple medio de impulso, se había convertido en un instrumento para esquivar el ataque de las olas a la vez que hacernos avanzar. Todo dependía de la forma en que usáramos este implemento. 

"En una carrera de cuatro horas cruzando una bahía abierta, encontraréis millares de olas de las cuales no hay dos parecidas y que cualquiera de ellas puede, con suma facilidad, llenar vuestra canoa de agua si no la cruzáis correctamente", así escribe Stewart E. White en su delicioso libro "The Forest", y enseguida nos dice cómo hay que tratar este problema. Cuando las olas azotan la proa, hay que remar del lado de sotavento. Cuando la canoa remonta una ola, hay que permitir que la cresta levante un poco la proa, pero en el momento en que comienza a descender la canoa por el otro lado de la ola, hay que torcer inmediatamente el remo para volver al curso que se llevaba. 

El efecto enderezador de este golpe, debe ser contrarrestado por un movimiento correspondiente del cuerpo en la dirección contraria. Entonces la oquedad os permitirá dar dos o tres golpes de remo, y un pequeño avance. La doble torción en cada cresta de una ola, deberá hacerse muy delicadamente, pues de lo contrario, vuestra embarcación se llenará de agua. Con las olas de costado, hay que remar de frente. Los ajustes se llevan al cabo por completo con el movimiento del cuerpo. Para evitar que se voltee la canoa al dar contra el ángulo de la ola, hay que inclinarse hacia un lado. El momento crucial, por supuesto, es aquel en que la cresta de la ola pasa debajo de la canoa. En el caso de atravesar una ola encrespada, hay que introducir en el agua profundamente la parte plana del remo para evitar una volcadura e inclinarse bien hacia sotavento, evitando que el costado y la mitad de la quilla de la canoa reciban el golpe del agua. 

"El recobrar la posición correcta debe ser instantáneo, ya que, si permanecéis inclinados un segundo más de lo debido, os hundiréis. "¡Trabajo azaroso!" 

El autor continúa dando sucesivamente detalles semejantes e instrucciones de cómo habérselas con un mar calmado, de frente, a un lado o atrás. 

En cada caso todo depende de atención concentrada, serenidad y actividad. El menor descuido, y todo está perdido, pero el torneo tiene su compensación. "Probablemente no hay nada más efectivo para despertaros hasta la última fibra física, intelectual y nerviosa. Os llenará de alborozo. Cada uno de vuestros músculos puestos en tensión responderá instintivamente y con precisión a la menor sugestión. Os estremeceréis con la energía restringida inmediatamente que ha sido resuelto el problema de la última ola y vuestra mente lo desechará y os pondrá delante, con insistente avidez, el siguiente. Es una especie de intoxicación. Personificaréis cada ola, os enfrentaréis con ella como con un adversario personal; os regocijaréis golpeados y quebrantados conforme silba la tormenta por sotavento. Gritaréis: "¡Ah! tú, ¿creías que ibas a poder conmigo?, ¿lo pensaste, verdad? ¿Creías que podrías?, y en el rugir y el soplar del viento y del agua os encogeréis como lo hace el boxeador en la defensa parando los golpes, pero listos para, en la primera oportunidad, dar uno o dos golpes de remo. Estaréis demasiado preocupados en salvar las olas para considerar el progreso que hacéis. El hecho de que vayáis caminando muy despacio hacia vuestra meta, no os viene a la mente sino hasta que os encontráis a unos cuantos pasos de ella. Pero entonces, no desmayéis en vuestro esfuerzo; las olas que encontraréis en los últimos cien metros son exactamente tan peligrosas como las que hayáis vencido a cuatro kilómetros de la playa." 

Si, y así pasa en la vida. 

Roverismo Hacia El ÉxitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora