Existe una tendencia en vosotros los jóvenes, que principiáis a vivir: el sentiros parte de una multitud y por tanto vivir a la deriva entre ella, pensando que así os irá bien, como la dama que, reprendida por su director espiritual, con la advertencia de que su vida la conduciría al infierno, replicó: "Bien, también irán otros ahí, que más da".
Pues bien, ésta es una tendencia infecta. Recordad que vos, sóis Vos. Tenéis vuestra vida que vivir y si deseáis tener éxito, si deseáis ser felices, sóis vosotros mismos los que tenéis que ganarla para vosotros. Nadie más puede hacerlo por vosotros.
Remad vuestra propia canoa viendo hacia adelante. Si os dejáis conducir por otros dando la espalda al peligro, podríais sufrir un accidente.
Cuando yo era joven, había un cantar popular titulado Remad vuestra propia canoa", con el siguiente refrán:
"Jamás os sentéis a fruncir el ceño o a llorar,
Remad vuestra propia canoa."
Esto entrañaba un consejo para la vida, y un buen consejo por cierto.
En el cuadro que yo me formo de vosotros, estáis remando vuestra propia canoa y no bogando en una barca.
La diferencia es que en la primera vosotros véis hacia a dónde váis y la impulsáis vosotros mismos, mientras que en la otra no podéis ver hacia a dónde váis y tenéis que fiaros del timonel, en consecuencia, podéis dar contra algún obstáculo sin daros cuenta. Muchas personas cruzan la vida en esta forma. Muchas otras prefieren navegar apaciblemente en barco de vela llevados por el viento del azar o la corriente de la suerte; esto es más sencillo que remar, pero también más fatal.
El hombre que ve hacia adelante y activamente rema su propia canoa, modela su porvenir.
Remad vuestra propia canoa; no dependáis de otros para que remen, os encontráis al principio de un viaje lleno de aventuras que empieza en el arroyuelo de la niñez, continúa por el rio de la adolescencia, cruza el océano de la virilidad y os conduce al puerto a que deseáis llegar. Tropezaréis con dificultades y peligros, con bancos y tormentas; pero sin aventura la vida sería insípida. Con una conducción cuidadosa y con una alegre persistencia, no hay razón para que vuestro viaje no tenga completo éxito sin que importe qué tan pequeño sea el riachuelo de donde hayáis partido.