Hermanas.

27 1 0
                                    

Tenemos una especie de costumbre con mis dos hermanas, cada día, no importa si hay otra cosa que hacer, si tenemos deberes u quehaceres en la casa, luego de la cena y antes de dormirnos, cada una se acuesta en su respectiva cama, frente al televisor, y vemos una película de terror. 

Casi todos los días desde los últimos, no se, ocho meses quizá, hacemos esto. Nuestros padres se enfadan porque muchas veces tenemos pesadillas, o estamos paranoicas unos días pensando que alguien nos está observando en la noche, pero eso no evita que las sigamos viendo.

Lo disfrutamos demasiado, esa sensación de terror, aunque sepamos que estamos a salvo de todo dentro de casa, y estando las tres en la misma habitación, no se compara con otra cosa. Estar en plena oscuridad, en silencio, y oír un pequeño ruido desde fuera que nos erice la piel, o que alguna de nosotras por molestar comience a hacer voces extrañas o cualquier idiotez para molestarnos un poco. 

Cada noche era distinta de la anterior, por más que veíamos y veíamos películas, no podíamos dejar de sentir ese miedo intenso provocado por las imágenes. Las películas parecían infinitas, teníamos listas y listas de cosas por ver, y teníamos la suerte de que en la ciudad hubiese un lugar donde alquilar todas estas películas, y si alguna era muy rara o difícil de conseguir, el dueño del lugar la descargaba desde Internet y la grababa en un disco solo para nosotras. Lo mejor, es que en estos casos nos regalaba la película, para no tener un disco no original y sin caja suelto por ahí. 

Las tres siempre teníamos un pequeño problema al ver estas películas, el cual era muy simple y estúpido, pero ahí estaba. Cuando nos asustábamos mucho, que pasaba seguido, siempre estirábamos las manos de cama a cama, intentando lograr tomarnos de las manos, cosa que no se podía, ya que las camas estaban bastante separadas la una de la otra, y aunque nos pusiéramos en los bordes, la del centro no llegaba siquiera a rozarnos los dedos.

¿Ven? como le dije, es algo estúpido, pero por más que sabíamos que nunca lo lograríamos, seguíamos haciéndolo inconscientemente. Si se lo preguntan, no, no podíamos acercar las camas, porque estas estaban sujetas al suelo, no se bien de que manera, pero por más que intentábamos moverlas no podíamos. Probablemente eran muy pesadas y ya, pero no es algo realmente importante. 

Llegamos a la casa luego del colegio, a eso de las seis de la tarde, luego de haber ido a buscar el entretenimiento de esa noche. Saludamos a nuestros padres que nos esperaban con la merienda, y las tres nos sentamos mientras hablábamos incoherencias diarias. Era viernes, nuestros padres no estarían en casa esa noche, mamá iba a salir con amigas, y papá trabajaba en horario nocturno, por lo que podríamos poner el volumen de la tele muy muy fuerte y gritar cuanto queramos sin que ellos nos molesten. 

Luego de cenar, papá salió a trabajar y llevó a mamá en el auto hasta donde estarían sus amigas. Nosotras tomamos la película que estaba guardada dentro de la mochila de una de mis hermanas, y fuimos a la habitación. Todo listo como siempre, apagamos las luces y nos acomodamos cómodamente listas para dormir luego de la función. Hasta la mañana ya no nos levantaríamos. 

Comenzó la película, era horrible, en el buen sentido, como nos encantaba. Varias veces hicimos aquella idiotez de estirarnos en vano para tomarnos las manos, con el mismo resultado. La película estaba por terminar, las tres nos encontrábamos con el corazón que nos explotaba, no solo por lo que veíamos, que nos mantenía sin poder pensar en mucho más, sino también sabiendo que nuestros padres no estaban, y con todo este miedo imaginábamos cosas y ruidos que solo empeoraban la situación. 

Llegó por así decirlo "el susto final", donde a las tres casi nos da un infarto de muerte y... nos tomamos de las manos. La luz se cortó en toda la ciudad, no se podía ver absolutamente nada, por lo lo único que podíamos hacer era intentar tranquilizarnos y dormir, así que nos pusimos a tararear una canción hasta dormirnos, sin que nos percatáramos de que por fin, por primera vez, habíamos logrado lo que creíamos imposible. 

Nos despertamos a la mañana siguiente por el despertador. Las tres abrimos los ojos sin hacer muchos movimientos, y comenzamos a hablar. De la nada, una de mis hermanas, la que dormía en la cama del centro, se sentó de golpe sin destaparse, y rápidamente nos miró, primero a mi, y luego a la tercera. 

—Chicas...— nos dijo, con un tono de voz bastante tembloroso. —Anoche, ninguna de las tres se dio cuenta... logramos tomarnos de las manos.

Tanto mi otra hermana como yo abrimos los ojos dándonos cuenta de ello.

—Es verdad... pero, ¿es imposible, no?— dije, a lo que como respuesta, la de la cama del centro, se recostó nuevamente, y estiró sus brazos.

Tanto mi otra hermana como yo hicimos lo mismo, situándonos lo más al borde de la cama como fuese posible sin caernos, y por más esfuerzo que hiciéramos, simplemente no se podía, no tenía ningún sentido que eso halla sucedido. 

Nos sentamos y miramos los espacios entre nuestras camas. Había marcas de uñas y lo que parecía sangre, como si se hubiesen destruido los dedos rasgándolos contra el suelo, en ambos lados al lado de la cama del centro. Marcas que iban hasta debajo de las camas. Gritamos a nuestros padres para que vinieran. No respondían. Comenzamos a llorar mientras seguíamos gritando una y otra vez sin respuesta. Las tres nos quedamos en completo silencio, cuando se comenzó a oír un sonido extraño. 

El sonido de unas uñas rasgando el suelo, bajo dos de nuestras tres camas.  

El libro del horror de BásperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora