Silence se levantó de la cama al sentir un peso sobre esta, se frotó los ojos y volvió su vista hasta la persona que se había sentado en la cama interrumpiendo sus sueños.
- Buenos días, mi señorita doble cara - le dijo Manuel.
- Oh, cállate o te castro, por ese estúpido tatuaje mi madre me ha echado - le espetó disgustada.
- Woa, al parecer alguien se ha levantado con el pie izquierdo, literalmente. De por sí, algún día se daría cuenta de que siempre llevabas una máscara con ella...
- Manuel ¿Enserio quieres quedarte sin descendencia?
- Bueno, la verdad es que... - No le dio tiempo de terminar porque le atinó una patada directa a su punto débil - ¡AUCH! ¡AY, AY, AAYYY! ¡Ouh!
Manuel se retorció en la cama como un gusanillo, sosteniendo su nobleza y gritando de dolor. Se rió en su cara de lo patético que se veía, le sacudió el cabello, se levantó y comenzó a elegir alguna ropa con la cual ir a aquel lugar. No se había percatado de que Manuel ya se encontraba detrás de ella sosteniendo unas bragas de encaje con una sonrisa pícara en su rostro.
- ¡EY! ¡Son mis cosas! Largo - le arrebató la prenda y la tiró a su maleta.
- ¿Para qué vas a ponerte esa ropa? - preguntó señalando a la ropa que había escogido para ir. Silence agarró el boletín y se lo tiró a la cama como un platillo volador, antes de que pudiera protestar de algo, se metió en el baño y cerró con llave la puerta.
Segundos después escuchó los fuertes golpes en la puerta y a Manuel exigiendo que le abriera. Deslizó su pijama de lana por sus brazos y sus piernas, se metió a la ducha tarareando una canción y utilizando el envase del shampoo como si fuera un micrófono. La gente se asustaba de lo infantil que podría ser a veces, pero esa era ella, era divertida e infantil cuando quería, o dinámica y consoladora cuando quería, era polifacética, pero si la forzaban a tener una faceta que no quería, se volvía rebelde. No soportaba ser una marioneta, después de haberlo sido durante muchos años, no quería serlo más.
Terminó de bañarse y vestirse, cuando quiso abrir la puerta se dio cuenta de que Manuel estaba recostado a esta.
- Oye ¿Qué rayos haces...? - se metió dentro del cubículo del baño y cerró otra vez la puerta a sus espaldas con llave. A Silence le asustó mucho su comportamiento, nunca había sido así, él era divertido y cómico, no como estaba ahora, serio y tenso - ¿Q... qué haces, M... Manuel?
- No puedes ir allí.
- No eres mi padre, y lo que a mí concierne, si quiera tengo uno - se cruzó de brazos a la defensiva -. Si no me abres gritaré.
- Silence, has silencio y escucha - enfatizó.
- ¡UN VIOLAD...! - Manuel le tapo la boca con una mano y la estampó contra la pared, Silence pataleaba y trataba de gritar pero sus expresiones salían ahogadas contra la mano de Manuel. Trataba de zafarse y forcejeaba en contra de él pero era en vano.
- Escúchame. NO. PUEDES. IR. Quitaré mi mano pero prométeme que no vas a gritar - asintió con la cabeza y cuando Manuel separó su mano de su boca, inhaló y exhaló jadeante de cansancio.
- ¿Qué rayos te pasa, Emanuel? - le llamó por su nombre completo, solo lo usaba cuando estaba severamente enojada. Manuel suspiró.
- Te vas a arrepentir, esa gente no es lo que tú crees, es buena al principio pero...
- No te entiendo, ¿Cómo sabes eso? - Emanuel exhaló.
-No tienes que saberlo - Emanuel se acercó a la puerta del baño -. Solo sigue mi consejo. No. Vayas.
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Silence
Teen FictionSilence era una chica que buscaba su camino, buscaba diversión y centrarse en lo que le gustaba. Pero el problema era que ella no sabía qué le gustaba, toda su vida había sido una marioneta, la niña obediente que da ejemplo a su hermanita menor. Si...