Capítulo 1 - Venus

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Dante

Tengo un mal humor de mierda, pero tengo que poner la mejor sonrisa para ir a la despedida de soltero de mi mejor amigo. Recién le cuelgo el teléfono a mi ex esposa. No para de llamarme para insultarme. Apenas levanto el tubo, comenzaba a gritar los peores insultos que su pequeña cabecita de troglodita podría inventar. Es de imaginarse que no son muy perspicaces o precisos. O sea, me dice "idiota" o "imbécil". Si fuera un idiota no sería un arquitecto, y mucho menos podría haberle dado la vida de lujo que le di por 16 años. Debería decirme "cabrón" o "cornudo". Eso sería más acertado.

El teléfono vuelve a sonar. Lo levanto, cuelgo la llamada y lo dejo descolgado. Tres segundos después comienza a sonar mi celular.

Esta mujer va a volverme loco. No puede soportar la división de bienes de nuestro divorcio. La señora quería quedarse con todo, pero como pude demostrar sus infidelidades, el juez decidió que sólo se podía quedar con un inmueble. Si fuera un mal tipo, habría peleado por la custodia de Ezequiel, nuestro hijo, y única razón por la cual me casé con esa bruja codiciosa cuando teníamos 19 años. Pero, a pesar de sus defectos, tengo que admitir que es una buena madre y que ama a nuestro hijo. En realidad, es Ezequiel la razón por la cual ella me llama a cada rato como una desquiciada. Ellos viven en Jeppener, un pueblo rural alejado de la ciudad. A pesar de la decisión del juez, Eze quiere mudarse a mi departamento en Buenos Aires. Quiere asistir a un conservatorio de arte aquí en la ciudad. Mi hijo es un gran músico. Además, para la mayoría de los chicos de 16 años, vivir en el campo es un fastidio.

Pensar que en tan sólo tres días mi hijo estará viviendo en mi casa, me cambia un poco el humor.

El timbre suena. Abro la ventana del balcón y me asomo. Les hago una seña a mis amigos que vinieron a recogerme y cierro la ventana. Tomo mi billetera, llaves y campera, y salgo de mi departamento.

Horas más tarde...

Somos cinco amigos en el coche, apretados como sardinas. Así te deja el rugby, inflado como globo.

Conocí a mis amigos jugando rugby cuando éramos unos niños. Amo a estos tipos. Aún ahora, cuando la mayoría están casados u ocupados con sus trabajos, siempre encontramos algún momento para jugar un partido y divertirnos.

—¡Vamos!¿cuánto falta?—pregunta con ansiedad Gastón, el que se casa mañana. Un trapo negro cubre sus ojos.

—Ya llegamos, princesita—dice Martín desde el asiento del conductor.

Bajamos del coche y ayudamos a Gastón a bajar. Uno por uno entramos al club de strippers en donde algunos de los muchachos rentaron un show para esta ocasión. No es muy grande pero parece lujoso. Por fuera hay un cartel de neón que dice "Gatitas". Muy original. Adentro, hay un gran sillón curvado, tapizado con una cuerina animal print. En frente, un escenario de apenas 25 centímetros de alto, con un caño en medio. Por atrás unas cortinas doradas.

Amor Clandestino #ChA2017 #WGA2017Donde viven las historias. Descúbrelo ahora