Después de un divorcio tormentoso, Dante quiere mantenerse alejado de las relaciones. Así que, cuando la hermosa bailarina erótica de la despedida de soltero de su mejor amigo le propone una noche de sexo sin compromisos, Dante no duda un segundo en...
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Dante
3 meses después...
Termino con el último ejercicio de mi rutina, me siento y me seco el sudor con mi toalla.
La rubia de la semana pasada se me acerca meneando las caderas en su calza de spandex turquesa.
—¡Hey! A ti sí que te gusta madrugar—me dice mientras sube a la caminadora.
—Al que madruga...
Ríe falsamente y me guiña un ojo.
Ha estado coqueteándome toda la semana, pero no me interesa. Parece una caza fortunas.
—Es un lindo día, ¿no te parece?—me pregunta.
—See, está bien, supongo.
—Es feriado, ¿no tienes nada planeado? ¿Un picnic con tu esposa?
Sabía que venía la pregunta.
—No, no tengo esposa. Estoy divorciado. A la mañana trabajo, pero voy a pasar la tarde con mi hijo.
—¿Sí?—pregunta sonriente—¿Cuántos años tiene?
—17...pero a veces podría jurar que tiene 10.
—Es una edad difícil.
—Lo es—le digo y me pongo de pie. Tomo mi botella de agua y continúo:—Bien, que tengas lindo día. ¡Adiós!
—¡Chau!—responde con un movimiento de su mano.
Entro a nuestra nueva casa que está a tan solo una cuadra del gimnasio y me quito la camiseta.
Tan sólo unos días después de que Ezequiel viniera a vivir a mi depto, salimos a comprar una casa. Quería una gran casa para mi hijo, donde tuviera un patio grande para jugar con sus amigos y una pileta para divertirse en verano. Un lugar donde pueda hacer fiestas con sus amigos.
No, no estoy alentando a mi hijo a que haga fiestas, a que beba alcohol o tenga sexo. Pero sé que lo hará de todas formas, y prefiero que lo haga bajo mi propio techo, donde puedo intervenir si es necesario.
Mi celular comienza a sonar. Miro el reloj, son las 8 menos veinte. Sólo una persona podría llamar tan temprano.
Levanto el celular y contesto: —Hola, Claudia. ¿Cómo estás?
—Bien, dame con Ezequiel.
—Yo también, gracias por preguntar.
—Dame con Ezequiel, por favor.
—Ahh, esa es la Claudia que recuerdo. Sabía que tenías modales.
Escucho un murmuro del otro lado de la línea.
—Ezequiel está durmiendo—le digo.
—¿Cómo que está durmiendo? Tiene que ir al escuela, va a llegar tarde—me dice con la vos alterada.
