La noche ya había caído y el partido aún seguía.
Pequeñas e inofensivas gotas de lluvia empezaron a caer del oscuro cielo cuando el último tiempo inició; ambos equipos con la misma puntuación, creando una evidente rivalidad y tensión entre cada uno de ellos, incluyendo el mismo público en sí.
Su pecho subía y bajaba tan rápido como su sistema cardíaco. Su frente arrugada vestía una gran capa de sudor y en su mente se agobiaba así mismo. Él y su equipo se encontraban en una balanza con el 50% de todo su esfuerzo casi metido a la basura y el otro 50% valiendo la pena. Estaba sumamente estresado en aquellos cortos momentos donde y apenas le daba para escuchar sus pensamientos, porque culpa suya o no, todo recaería en él. Beneficios de ser un capitán, piensa con ironía.
Por otra parte encontrábamos a Harry, a quien se le podía ver mordiéndose las uñas, sin importarle sí esa era una de las razones por la cual su esmalte negro empezaba a desaparecer. Los nervios estaban comiéndoselo vivo porque vamos, su chico estaba apunto de ganar o perder algo que realmente le importaba mucho.
Y sí a Louis le importaba a él le importaba el doble.
El chico de rulos se levanta de su
asiento cuando Louis roba el balón, impidiendo probablemente un triunfo ajeno. Grita un par de cosas a su novio buscando torpemente darle apoyo, y le importaba una mierda sí parecía un estúpido gritando cosas para alguien que siquiera puede oírlo. Pero lo hace porque siente que debe hacerlo y porque necesita hacerlo.
Finalmente, después de perder por varios segundos el balón, y de pasarlo a otro compañero libre, el balón llega lega a Louis.El castaño corre lo más cerca posible a la portería contraria y entonces lo hace sin pensarlo dos veces. Patea la pelota lo más rápido y fuerte que puede, buscando confundir al portero con la dirección en la que lo había hecho.