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Ya había pasado una semana desde aquel accidente sin embargo JiMin trató de seguir con su cotidianidad, trataba de no hablar con NamJoon pues se sentía extremadamente avergonzado siquiera pensar que ambos compartían la misma marca le hacía pensar que, sin querer, había traicionado a su novio, al chico que amaba. Por ello trató de no pensarlo mucho, pues al final, sí, tenía la marca, la misma que la de aquel chico moreno y alto... pero en definitiva jamás tendría su corazón... su corazón, su mente, su alma e incluso su cuerpo siempre estarían con YoonGi, ese pensamiento y esas reflexiones le relajaban cada mañana que veía la misma marca...
Había escuchado que podían variar, que las formas eran distintas, en su caso era unas florecitas de manzanilla que en otra ocasión le hubiera parecido lindo, pero no así, el color verde y blanco resaltaba en su rosada muñeca por lo que siempre colocaba muchas pulseras encima de ella evitando así que YoonGi lo mirase, no porque estuviera con NamJoon, simplemente sentía vergüenza... él seguía enamorado de YoonGi, del mayor que dormía pateando las cobijas hasta el suelo, de aquel que se levantaba a la cuatro de la mañana para escribir con su taza gris con líneas negras humeante para luego irle a despertar con besos sabor café. Él estaba seguro de amar con locura al chico que se ponía tímido con un simple elogio pero se ponía serio cuando alguien criticaba —positiva o negativamente—su trabajo. Le encantaba cuando corría feliz hacia él gritando por algún logro, o cuando simplemente saltaban juntos por algo que vieron... amaba a ese chico que podía pasarse horas frente al ordenador mirando la página en blanco, llenándola de letras en unas cuantas horas.
Amaba al chico que siempre susurraba que él era su inspiración para escribir.
Por todo eso acomodó la pulsera grande y gruesa color negro sobre aquella molesta marca, pensando que no debería estar allí, deseando que desapareciera... caminó hasta la cocina y tomó el café que su novio le había preparado.
— Tienes que comer rápido. —Habló YoonGi— tus clases comienzan a las ocho ¿no?
— No quiero ir... —puchereó.
— JiMinnie...
— ¿Puedo quedarme? El profesor es aburrido... —suspiró.
— Mira, sí, puedes quedarte, pero al final son faltas que se acumulan ¿no?
JiMin sonrió y estiró los brazos liberando su cuerpo de la tensión que le producía la mañana agotadora.
— Eh~ él ni se da cuenta. —Sonrió al sentir las manos del mayor apresándolo la cintura.
— Tú sabes, JiMin, puedes quedarte pero no tendré mucho tiempo para estar contigo. —Susurró besándolo.
— Ah~ —JiMin suspiró— lo sé, lo sé... —abrazó a YoonGi y volvió a sonreír— igual amo verte concentrado.
— ¿Sí?
— Sí...
— ¿Por qué? —Arqueó una ceja.
— Te ves serio... y guapo.
— Yo siempre soy guapo y serio, JiMin.
— Digamos que siempre eres serio ¿ok?
— Cambié de opinión, ve a clases.
— ¡Yah~! ¿Se enojó Min YoonGi? —Susurró abrazándole sonriendo tímido cuando recibió un simple asentimiento por respuesta— ¿Tengo que hacer algo para que no se enoje el gran autor Min YoonGi?
— Sí...
YoonGi lo tomó de la muñeca levándolo rápidamente hasta la pequeña sala que tenían, allí había un sillón negro simple pero cuidado que habían encontrado en una barata siendo adornado por almohadas de diferentes texturas, además de una mesita muy, muy pequeña en la que sólo descansaban un par de veladoras que de tanto estar encendidas y apagadas por las trasnoches de ambos —mientras YoonGi escribía JiMin leía, o mientras JiMin revisaba sus textos escolares YoonGi escuchaba música— tenían cera por todos lados incluso manchando la pequeña madera barnizada. A lado del sillón, pegado a la pared, había una mesa más alta y un poco más amplia en la que descansaba una laptop negra con rojo teniendo de fondo una pequeña impresora que encima tenía muchas hojas amontonadas, producto de ambos, y algunos libros regados igualmente, por el desarreglo de ambos. A su lado había un librero muy estrecho, uno donde los tomos de diferentes colores, alturas y anchuras se peleaban para poder entrar, los acomodaron como podían y sentían, al final siempre sacaban el que necesitaban o querían para al dejar el mismo desastre de siempre. A lado de la computadora y de las hojas había una pequeña cafetera eléctrica junto a unas, quizás, tres tazas que ambos compartían cada que acompañaban al contrario, frente al escritorio se encontraba una silla simple, color negro, en cuyo respaldo descansaban dos cobijas, una color gris afelpada y la otra de colores pálidos cuyos adornos eran unos simples dibujos abstractos.
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en nuestra piel ⚘ ym
Fiksi Penggemar- NO se permiten adaptaciones. - NO se permiten traducciones. - NO se permiten obras derivadas. - GRACIAS. ❝En un mundo donde las parejas ideales y duraderas eran elegidas por señales en la piel ―en forma de flores―, y las relaciones libres eran...