Capítulo 4: ¿Piano?

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- ¡¡AAAAAAAHHHH!!

Francisco casi se cae de la cama cuando vio una enorme bola de pelos negra sobre su cara. Se levantó de golpe, haciendo que aquella cosa callera sobre sus piernas. Y ahí pudo ver esos horribles ojos verdes, sobre esa malvada expresión asesina. El animal se acomodó sobre él y lo miró con los ojos brillantes, haciendo que Francisco se paralizara.

Era un gato. Un enorme y malvado gato negro.

El pobre chico, invadido por una terrible fobia, no pudo siquiera moverse. Solo se quedó quieto mirando el animal que intentaba sobarse contra su pecho, para pedirle que lo mime. Pero lo que menos quería Francisco era tocarlo. Intentó gritarle a Lucas, que aún estaba dormido, para pedirle que le quitara el gato de encima. Pero estaba tan aterrorizado que ni siquiera podía susurrar su nombre.

- Acá estás.

Francisco giró rápidamente la cabeza hacia la puerta y vio a Luna parada allí, con una remera de Soda Stereo como pijama. La chica se acercó a la cama donde estaba el gato, y Francisco se sintió tremendamente agradecido de que Luna estuviera allí. Ella tomó al animal suavemente y este se sobó tiernamente sobre su pecho. Luego de que el gato estuviera con Luna, Francisco pudo volver a respirar.

- ¡Gracias! - Francisco se puso la mano sobre el pecho para respirar regularmente. A Luna le pareció extraña la reacción del chico, y lo miró con confusión.

- ¿Qué te pasa?

- ¿Eh? ¡Esa es una cosa mortal! -exclamó señalando con el dedo tembloroso al gato. El animal maulló suavemente, haciendo que Francisco lanzara un gritito - ¿Ves? No sé cómo puedes tocarlo.

Luna lanzó una risita y pasó su mano sobre el suave pelaje del gato. Debido a todo el barullo que habían hecho, Lucas se despertó y miró a los dos adolescentes con odio. Con esa mirada, ambos supieron que era mejor dejarlo dormir. Luna se fijó la hora en el reloj de la pared del cuarto de su hermano, y vio que ya era hora de desayunar.

- ¿Venís? Ya hay que desayunar.

Francisco la miró y asintió rápidamente, dejando fija la mirada en el gato. Luna se marchó con el animal en brazos, y dejó a Francisco para que se pudiera cambiar. Luego de calmarse, el chico se arrepintió de dar aquellos indicios de su terror a los gatos. Pero intentando ignorarlos, se puso de pie y buscó su ropa en el bolso. Se cambió rápidamente porque no tuvo que elegir la ropa, ya que se había puesto la misma del día anterior.

Dejando a Lucas dormir, Francisco bajó las escaleras y se adentró a la cocina. Allí saludó a Alejandra, que se encontraba preparando el desayuno de su hija.

- Hola ¿Cómo dormiste?

- Bien, gracias -le contestó el chico amablemente y Alejandra sonrió satisfecha.

- ¿Quieres desayunar algo en particular? Mirá, tengo café... y café... y creo que me quedó un poco de café.

- Me gusta el café -dijo Francisco riendo. Luego se dirigió al comedor, donde ya estaba sentada Luna jugando con la mirada perdida, con un lápiz. El chico no pudo sentarse directamente, porque se quedó mirando fijamente la esquina del comedor, donde el gato se hallaba tranquilamente comiendo su comida.

- Esa cosa es asquerosa - dijo a nadie en particular, señalando nuevamente al animal. Luna se distrajo cuando el chico habló, así que despegó la mirada del lápiz y la dirigió al gato.

- Es Shiro. No te va a hacer nada.

A pesar de lo que le había dicho Luna, Francisco se estremeció cuando el gato apartó el hocico del plato de comida para verlo a él. Esos ojos verdes penetrantes no le gustaban nada, así que dejó de mirarlo y se sentó frente a Luna. Minutos después, Alejandra llegó con el desayuno que ambos adolescentes deberían tomar para ir al colegio.

Francisco y LunaWhere stories live. Discover now