¿UN ÁNGEL CAÍDO DEL CIELO?

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— Que alegría verte pequeña. ¿Sabes?, se siente bien estar aquí en este mundo — dijo el joven parado desde el marco de la puerta, y sin pedir permiso se adentró a la habitación tomando asiento en un puf color rosa que estaba cerca de la cama.

— ¿Q-que haces aquí? — preguntó la morena aún confundida por la llegada del rubio a su casa.

¿Cómo sería posible que llegara hasta ahí si ni siquiera se conocían?. ¿Y cómo que se siente bien estar en este mundo?

— Vine por ti para ir a la escuela, te tengo noticias. Me transfirieron a tu colegio así que... ¿Quién mejor que tú para enseñarme las instalaciones? — aseguró el rubio inspeccionando cada parte del cuarto y tocando todo como si ya conociese el lugar de cada cosa en la habitación.

Al observar que la chica no se movía de su lugar y no obtenía ninguna respuesta se acercó a ella con una sonrisa pícara, la tomó de la cintura y se fue acercando al rostro de la joven,<eres hermosa que lastima> .pensó hasta que cada uno podía escuchar la respiración del otro, y en un susurro le preguntó si se iban a quedar todo el tiempo así porque el no tenía ningún problema con ello, pero era preferible que se fueran al colegio ya, porque sino podrían perder varias clases.

La morena no se podía mover, estaba perdida en los ojos verdes de aquel rubio, no lo sabía pero al estar así se sentía protegida, como muchas veces le pasaba al soñar con aquel joven al que nunca le veía el rostro, sólo sabía que siempre se terminaban besando.

Sintió cómo le tomaban una de sus manos y la sacaban del cuarto hasta la puerta de su casa, el muchacho le apretó la mano y como si supiese qué le dijo con ese movimiento asintió y comenzaron a caminar hasta la parada de autobús del colegio.

«Un segundo... ¿Cómo sabe dónde era la parada si es nuevo aquí?» No lo sabía, pero seguía caminando guiada por él hasta que llegaron y ella por fin pudo reaccionar de manera humana soltándose del agarre del muchacho y yendo al otro extremo de la parada. Ahí se quedó hasta que llegó el bus y todos empezaban a subir.

Cuando llegó el momento de que subiera buscó con la mirada al rubio pero no lo encontró, tal vez se había subido y como ella se alejó de él, la muchacha pensó que se indignó y no la esperó.

Buscaba un lugar para sentarse viendo por ambos lados sin encontrar al rubio, así que decidió sentarse en el fondo donde miró un lugar vacío. Pasó toda la tarde confundida pues no había topado a su misterioso nuevo compañero todo el día, decidió caminar a casa pues no tuvo varias clases y no deseaba llegar temprano ya que su mamá la obligaría a ayudarla en la cocina, cosa que en donde por cierto era malísima.

Hasta que en una calle alejada escuchó como alguien discutía. Para ser sincera no entendía lo que se decían, era como "otro idioma" en el que se comunicaban aquellos, así que su curiosidad pudo más y, asomándose, sólo pudo divisar a una mujer alta, rubia, de esbelta figura y cara de porcelana.

Realmente hermosa, que decía un montón de palabrerías, hasta que pudo entender solamente una frase, le estaba diciendo al hombre que no podrá protegerla de ella pero... ¿A quién?

Cuando volvió a mirar sorpresivamente ya no había nadie. Se asustó y sintió cómo alguien la tomaba del hombro, sabía que estaba alejada de la gente así que se puso en modo defensa por si se trataba de un ladrón y algo así, gracias al cielo ella sabia karate y defensa personal. Se giró lentamente hasta quedar frente a frente del hombre, dio un gran suspiro y rodando los ojos se dirigió a aquel.

—¡Ah!, eres tú otra vez — exclamó la morena un poco fastidiada por habérselo encontrado, pero a la vez se sentía bien por saber que él se encontraba bien, pues no lo había visto desde la mañana en la parada de autobús.

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