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Muchos saben lo que ocurrió con el pueblo pero pocos quieren hablarlo.

Porque en realidad nadie quiere oírlo, y los sobrevivientes de aquella tragedia escaparon lo más lejos que pudieron de su pasado.

Lo único que se sabe es que, nadie quedó, y el pueblo ahora es un lugar al cual nadie acude, consumido por el polvo y las heridas.

Sus propias malas decisiones se dedicaron a extinguirlo.

Día -2

Despertó saltando de la cama, había tenido un sueño horrible y estaba sudando por ello.

— ¿Te sientes bien, cariño?

Tony asintió sin lograr calmar la extraña mueca en el rostro de su esposa.

No lo recordaban bien, sólo que había visto dos luces rojas y de pronto la oscuridad absoluta con un enorme dolor en el cuello.

Pasó las manos por su cabello e inició la rutina de todos sus días.

Cuando llegó a su consulta ya había alguien esperándole.

— Disculpe que esté aquí tan temprano, necesito su ayuda.

— Todos necesitamos ayuda —. Respondió pasando las llaves por la cerradura y entrando.

— Doctor Stark —. Aquella mujer pareció desarmarse en la silla contraria.

El castaño revisó un mueble de madera viejo, sacó un pote de color claro y se lo entregó.

— No le diga a nadie que estuvo aquí.

La mujer sonrió y asintió.

— Dios le bendiga —. Susurró mientras salía de ahí a paso veloz, y el castaño no dijo nada para evitar el roce.

Atendió a los pacientes según los tenía en su lista, pero lo siguiente no lo esperaba.

— Doctor —. El hombre mayor se sentó al frente de él.

— Padre —. Respondió el castaño con frustración, le desagradaba tanto aquel hombre con su extraño y extremo fanatismo eclesiástico. — ¿Necesita alguna hora?

— Dejo mi salud en manos de Dios, vengo a hablarle de otro asunto.

El señor de canas tomó asiento y comenzó a hablar con un tono serio. Tony no dejaba de pensar en como estaban teñidas sus manos de sangre, por su culpa había tenido que casarse tan joven, por su culpa debió detener variadas técnicas experimentales, por su culpa se encontraba ahora deteniendo toda su jornada.

— Vi lo que hizo con la campesina esta mañana —. Acusó de pronto cruzando sus manos sobre sus enormes y cubiertas piernas de hombre gordo.

— No me molestare en pedir explicaciones, sabe que no puede estar cerca sin mi autorización, ese fue el trato.

Aquel hombre hizo una mueca extraña, levantó las manos y aclaró con voz potente.

— Hablo de seres oscuros, obras diabólicas sobre la tierra. — Se tomó una pausa para respirar. — En este pueblo.

— ¿Habla de las mujeres que quemó la semana pasada?

Tony conocía a la menor, era hija de la amiga de su esposa, pero nadie la lloró, porque el padre dijo que a satán no se le llora y todo el pueblo le besó los pies, detestaba eso.

— Hablo de cosas peores —. El padre guardó silencio, mirando alrededor para comprobar que nadie los oía. — Vampiros.

Tony rió.

— ¿Vampiros? ¿Eso no es algo ya antiguo? Hasta para usted padre, de verdad tengo cosas que hacer ahora.

— Caos, veo el fin en sus estúpidas mentes frágiles, caeremos, pero no se preocupen, pobres de fe...

Aquel hombre seguía hablando cuando Tony le conducía a la salida y cerraba la puerta, suspiró recargandose en su asiento.

Trató de descansar cerrando los ojos un minuto pero al instante sintió golpes en la puerta.

Los ignoró y se volvieron más constantes, horriblemente fuertes para el agotado doctor.

— Tony soy yo.

Se arrastró a la puerta y abrió con gesto cansado.

Rodhley no se ocupó en la cara de muerto que tenía Tony sobre si, entró a la oficina entregando una cantidad enorme de papeles, tirando todo por todo el lugar.

— ¿Qué haces? —. Preguntó sin ganas de alterarse.

— ¡Será en dos días! —. Gritó apuntando al centenar de papeles esparcidos. — ¡La mejor oportunidad para un astrólogo como yo!

Tony miró algunos de sus papeles intentando descifrar sus locuras.

— ¿Dos días?

— Debemos estar listos, ya llené de suministros el refugio, Sussan y tu se quedarán con nosotros. Será increíble.

— ¿De qué demonios hablas?

Rodhley paró en seco, se volteó a mirarle con unos ojos profundos y una enorme sonrisa brillante.

— El eclipse de los 30 días.

30 Noches. [Stony Au] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora