En la plaza, se juntaban algunas personas mientras que Sussan intentaba calmar a las demás mujeres los hombres hablaban de que se haría.
— De todas formas, no sabemos dónde buscar.
— Son nuestros hijos.
— Necesitamos mano dura.
— Las mensajeras de satán se han vengado.
— ¡Caerá el pueblo!
Gritos, llantos, lamentos de madres desesperadas, Sussan sintió hasta envidia, Anthony y ella aún no tenían hijos, así que se encargaba de traer agua y pañuelos a las madres angustiadas.
De pronto, de la iglesia salió aquel gordo y enorme hombre, su temeraria presencia los hizo callar a todos.
— Y dijo Jesús, negarás mi nombre tres veces pero no dejaré de amarte. Recen, pecadores de la fe.
Todos se inclinaron a persignarse, Tony lo hizo rápidamente sólo porque Sussan lo estaba mirando.
El pueblo parecía caer cegado a las palabras de aquel hombre, hasta los llantos cesaron. Todo el lugar consumido en silencio y oscuridad, salvo las fogueadas que les daban escasa luz.
— Seres oscuros han llegado a este pueblo, y en este infierno de satán tienen la oportunidades de redimir sus almas pecadoras, confiar en tu señor por sobre todo, somos pobres de fe hermanos, el más mínimo viento quiebra nuestro semblante, por eso les digo, tened fe en nuestro señor en sus palabras, sus enseñanzas.
Una mujer acababa de levantarse.
— ¿Y qué podremos hacer con nuestros hijos?
— El pueblo está bendito, desde que ardieron las brujas, para redimir sus pecados, nadie oscuro puede entrar aquí. Así que deben estar en el bosque.
— ¿De qué seres oscuros hablamos, padre?
El hombre guardó silencio, posó su mirada en todos y descansó en los oscuros ojos del doctor, luego sonrió pequeño y añadió.
— Vayan por los niños, el doctor Stark y su amigo los ayudará, los demás vendrán conmigo a la iglesia, rezaremos esta noche.
Tony y James se miraron al igual que el pueblo, las decisiones se tomaron rápidamente y un grupo de hombres salió rumbo al bosque.
Armados y con varas prendidas avanzaban por entre los arboles forzando la vista para poder ver en aquella oscuridad.
Llegaron al laberinto, o lo que quedaba de él, un antigua estructura que dominaba la iglesia para encerrar a quienes habían cometido crimes que merecían un castigo.
Morir de hambre, en un laberinto hasta volverse loco.
La estructura estaba abandonada por los años, pero seguía siendo aterradora.
En el centro se habían oído a los niños llorar.
Tony lo entendió de otra forma, los niños jugando se habían metido al centro, y no habían podido volver.
A él le pareció lógico, así que en medio de aquel frío, todos entraron juntos, dejando ciertas huellas para no perderse.
El laberinto tenía forma de caracol, y el centro era un campo abierto con pasto y musgo.
A Tony le pareció oír algo, agudizó el oído para cuando cruzaban el centro.
Y entonces, todos ahí parecieron congelarse.
Un hombre con facciones casi femeninas cruzaba las piernas mientras todos los niños estaban amarrados, menos el hijo de un campesino, que se mantenía estático, enseñando el cuello y temblando de miedo.
— ¡Déjalo! —. Gritó entonces el padre, y todo sucedió muy rápido, aquella criatura de ojos verdes y largo cabello murmuró moviendo los labios.
— Bienvenidos.
Caían uno por uno, en menos de un segundo, eran sombras que parecían hacer desaparecer a los pueblerinos, saltaban por sobre ellos y los sacaban de ahí en medio de gritos y disparos.
Tony buscó a Rhodes con la vista, oculto detrás de una piedra a medio caer.
— Es mala educación rechazar una oportunidad como esta —. Dijo alguien a sus espaldas, Tony se volteó a mirarlo, parecía a un hombre joven, sonreía mientras avanzaba a paso lento. — ¿Sabes? Ésta es mi primera vez, así que siento si te duele mucho.
Aquella cosa comenzó a reír, el castaño lo vio saltar por sobre él, apretó los nudillos, cerró los ojos con fuerza. Y esperó.
Pero sorprendentemente nada pasó, sintió gruñidos y un fuerte golpe, cuando los abrió el joven rubio de la tarde estaba ahí.
Sus ojos rojos volvieron lentamente a un color celeste por medio de ríos que consumieron sus ojos, con los colmillos largos y blancos, además de manchas de sangre en todo su cuerpo.
— ¿Qu-Qué eres...?
— Puedo ayudarle a salir —. Dijo estirándole la mano.
— Rhodes —. Murmuró mirando la nada.
— Búscalo, yo voy a cubrirle.
Tony pareció reaccionar solamente por la adrenalina que ahora sentía en cada parte de su cuerpo.
James estaba tirado unos metros más allá, pareció sorprendido de ver a Tony y se levantó con su ayuda, apenas podía mantener la vista centrada, y a medias parecía caer.
El castaño miraba hacia los lados a veces, sorprendiéndose a si mismo de ver veloces sombras cruzando el cielo.
Así llegaron al refugio de Rhodes, la sombra oscura aún los seguía, Tony aprovechó que las mujeres dormían y entró a su amigo para recostarlo en el sillón. Luego volvió a salir.
El rubio seguía de pie ahí, la noche volvía su silueta mucho más misteriosa.
Steve notó que el castaño se quedaba observando fijamente sus labios, limpió con rapidez la sangre en estos.
— No sé tu nombre —. Fue lo único que dijo el doctor Stark, recargando su cuerpo sobre un muro, con el pulso un poco más calmado.
— Steven, Steven Grant Rogers.
— Bueno... Gracias por salvarme Steve.
Tony se dio vuelta e hizo un ademán de dejarlo ahí, pero el otro le tomó ligeramente el hombro.
— Disculpe señor Stark...
— Tony, sólo dime Tony.
El rubio parecía algo sonrojado, sonrió algo avergonzado y asintió.
— ¿Tienes aún intensiones de salir a caminar conmigo?
Tony movió la cabeza hacia ambos lados, sopesando la posibilidad.
— Supongo que sí.
El coqueteo era casi infantil, Steve se mordió el labio sonriendo.
— Entonces ve al bosque mañana —. Steve miró hacia otro lado, incapaz de poder sostener por mucho tiempo aquella profunda mirada. — Deben estar buscándome, debo ir.
Y desapareció.
En ese instante el ambiente místico se quebró en Tony, miró a Rhodes dormido en el sillón.
¿Qué había pasado? ¿Podría esto ser sólo un sueño de su estresada mente?
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30 Noches. [Stony Au]
VampireNingún personaje me pertenece. Sólo la historia es mía, pero espero que les guste.