Capítulo 1

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Barry no recuerda el día exacto en el que decidió que Roy era su mejor amigo, lo único que tenía en claro es que él había estado desde que eran apenas unos críos y sus compañeros de clases no hacían más que burlarse de ellos porque se la pasaban juntos desde que tocaba la campana de inicio, hasta mucho más tarde de que sonara la de despedida. Eran los raros del curso pero eso nunca los afectó, pues se tenían el uno al otro; ambos habían descubierto casi al mismo tiempo que las niñas no eran lo suyo.

Compartían incluso el mismo gusto en los cómics que leían, siendo fanáticos de todo lo que era DC. El favorito también era Superman. El ser tan similares muchas veces los hizo pelear cuando querían lo mismo, pero bastaba un par de horas separados para que volvieran a reconciliarse. La regla era simple; no podían enamorarse del mismo chico.

A sus dieciséis años, y siendo el primer día de clases, aquel tipo rubio tuvo que cruzarse en sus caminos para atentar contra ellos.

Roy no tardó ni un minuto en voltearse a ver a aquel alto que por lo visto, era de último año y venía de otro instituto, pues era la primera vez que lo veía y estaba seguro de que si se lo hubiera cruzado anteriormente, nunca lo hubiera olvidado. Tiró del brazo de Barry para llamar su atención, pues no quería que se perdiera del nuevo bombón de Héroes de Malvinas -el instituto al que asistieron desde primero-. Lo que no se esperaba era que éste ya tuviera su mirada fija en el mismo objetivo.

-Ni lo sueñes, Allen. -Sonrió a modo de broma mientras le revolvía el cabello a su amigo.- Lo he visto primero...

-¿Ah? -Se volteó a verlo.-

-Anda, anda. Llegaremos tarde, mocoso. -Tiró de su manga en lo que lo arrastraba por el pasillo, buscando el salón F28.-

-Desde cuándo a ti te importa llegar a tiempo, Señor mayor por un mes. -Rió por lo bajo, aún embobado por el chico que acababa de ver.-

Ninguno de los dos mencionó al misterioso chico de uniforme verde -una modalidad para los de último año- pero sí estaban atentos a lo que sus compañeras cuchicheaban sobre él. Al parecer era de una familia acomodada y se había mudado a la ciudad por un nuevo matrimonio de su madre. Todo indicaba que era el típico chico popular que sólo salía con las más lindas del instituto.

A la hora del almuerzo y ya ubicados en su mesa de siempre, notó un repentino murmullo, el cual supo identificar como 'Mira, es Oliver Queen...' 'Es tan guapo' 'No tiene amigos, vamos a invitarlo a sentarse con nosotros...' Una alerta se encendió en Barry, pues ese último comentario era de Roy-el-inoportuno-extrovertido que ya estaba haciéndole señas al tal Queen para que ocupara un lugar frente a ellos.

Sintió que el calor se agolpaba en su rostro cuando al elevar la vista se encontró con la de Oliver. El muy maldito era más hermoso de lo que aparentaba de lejos. Carraspeó.

-¿Oliver? Soy Roy. -Su amigo se presentó y esperó a que Barry hiciera lo mismo pero no salió palabra alguna de la boca de éste. Intentó ayudar un poco, pues sabía de sobra lo vergonzoso que solía ser.- Él es Barry. Oh, así que eres nuevo, bienvenido.

- Gracias, eres el primero que se anima a hablarme sin creer que muerdo o algo, felicidades. -Bromeó. Ambos fueron consciente de aquella sonrisa que iluminó el rostro de mayor: realmente era perfecto.-

Barry sabía que si no lograba decir nada quedaría como un total imbécil, pero al mismo tiempo no sería capaz ni de agregar ningún monosílabo, no mientras Roy siguiera hablando hasta por los codos. Incluso quedaron en salir a recorrer la ciudad para que Queen no se perdiera e  intercambiaron números. No podía creer -mejor dicho sí podía hacerlo- que su amigo haya avanzado tanto con el tipo si apenas ese mismo día se habían conocido. Ni siquiera se molestó en incluirlo en la salida, aunque Oliver parecía querer hacerlo. El pisotón que su mejor amigo le dio por debajo de la mesa fue una gran indirecta de que no estaba invitado a unirse a ellos.

Se venían unos días complicados, lo intuía. Nada podía salir bien cuando Roy Harper y Barry Allen querían lo mismo.




Tres minutosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora