El príncipe de bata blanca. //Hannigram//

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Sinopsis: Hannibal Lecter es doctor en el hospital infantil de la ciudad de Washington DC al cual le piden cumplir el último deseo de uno de los pequeños internos terminales del hospital, ese pequeño es Will Graham.

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En ninguna escuela de medicina te enseñan a lidiar con la muerte de un paciente, al menos no de forma directa, no hay materia que te haga pasar por esa situación, mucho menos les preparan para la de una persona tan joven como un adolescente o un niño.

Para cualquier cultura existen términos para nombrar a quién a perdido a alguien en su vida; a alguien que pierde a su cónyuge se le nombra viudo, para el niño que pierde a un padre o ambos se les atribuye el término huérfano, pero no hay una palabra que defina al padre que pierde a su hijo, no es algo que se adquiere en ninguna cultura, nadie se imagina la muerte de un niño antes de sus padres, mucho menos los padres se imaginan una muerte después de sus hijos. Nadie está preparado ante aquella situación, siempre afecta el pensar que tanto podría vivir una criatura tan pequeña sí tan sólo no padecieran de algo que les arrebataría la vida tan pronto, en especial cuando un niño tiene tantos sueños por cumplir y tantas cosas por hacer.

Hannibal Lecter tenía al menos nueve meses trabajando en aquel hospital desde que se había mudado a Baltimore, casi a una hora del hospital. Le gustaban la mayoría de los niños, parecía siempre ser un imán para ellos, era esa figura que al estar presente les daba calma, hasta el niño más miedoso o berrinchudo lograban comportarse en su presencia, y lo que pareció una maldición al principio, porque Lecter definitivamente preferiría mil veces estar en emergencias antes, pero desde que se había decidido especializar en pediatría, término por encontrar su lugar con todos esos pequeños para regalarles una oportunidad más de seguir con una vida, tenía un cierto afecto paternal por ellos, eso se debía a que era el hermano mayor de la que ahora era una señorita, Mischa Lecter.

Muchos niños se iban y otros más llegaban al hospital, casi siempre eran casos no muy graves y los niños estaban fuera del hospital unas semanas después, o llegaban niños que tenían ningún problema grave, sólo a sus padres que eran muy sobreprotectores al notar algún síntoma que no era realmente una enfermedad mortal. Otros simplemente decidian pasar sus últimos meses en casa al cuidado de su familia a lo que Lecter no podía negar, siempre creyó que era mejor un ambiente familiar para los niños.
Desde que había llegado sólo dos pequeños habían muerto en el hospital, y no a su cuidado, pero recientemente un paciente de Leucemia había dado resultados que eran negativos en toda regla, y Lecter tendría que dar esa noticia. El niño tenía al menos sólo seis meses más de vida.

Bill Graham era otro caso, no tenía familia que pudiera cuidar de su pequeño en casa y él apenas podía con su trabajo para poder cubrir los gastos que la vida le aventaba en la cara, además de lo que le brindaba el hospital a su pequeño campeón, Will Graham. Simplemente no podía cuidar de él, sólo se dedicaba a trabajar, pero no tenía a nadie de confianza que cuidara de su hijo.

El pequeño Will de 8 años nunca conoció a su madre, ya que ella había muerto al traerlo al mundo durante el parto, por lo que su padre era lo único que tenía, a él y a su perro de peluche mascota, llamado Winston. También estaba su mejor amiga Beverly, una niña de 12 años que había conocido en el hospital a Will, ella ya no estaba internada, pero lo visitaba con regularidad, sus padres eran muy comprensivos y desde que su pequeña estuvo al borde de la muerte le cumplían cualquier cosa, incluido visitar a Will.

Will era bastante tranquilo, inteligente, esperaba salir pronto de ahí, llevaba los meses contados desde que había llegado, once meses, no quería contar los días, pero al menos no se la pasaba tan mal como otros niños, eso no quería decir que le fuera bien. Su cabello rizado estaba cada vez más escaso, sus ojitos azules parecía perder el brillo de su infancia cada día que pasaba ahí, pero siempre lo volvía a animar cuando llegaba Bev, su papá e incluso Matty, al que veía con más regularidad. También estaba el Doctor Lecter, que lo iba a ver menos veces que Matthew, pero siempre lo hacia sentir mejor. Le parecía alguien muy interesante, y no entendía muchas cosas aún, pero sus anécdotas, sus palabras que no entendía, sus ojos almendra, había algo que le hacía verlo como los príncipes de los cuentos que su papá le contaba desde antes de llegar al hospital.

One shots //Hannibal//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora