El otro día decidiste preguntarme en donde había conseguido mi sweater color azul marino, no supe que responderte, intenté y finalmente algunas palabras salieron de mi boca. Parecía que estaba hablando en otro idioma de lo nervioso que estaba pero no te burlaste, solamente me brindaste una dulce y serena mirada.
Desde ese entonces nos volvimos más cercanos, cuando pasabas al lado mío y tocabas mi hombro para salir corriendo por el pasillo, yo te perseguía hasta que terminábamos cansados de tanto jugar por los alrededores. Me enseñaste algunas fotos en tu celular, en especial las de tu pez dorado llamado Charlie, me dijiste que aunque no fuera un perro o un gato seguía siendo la mejor mascota del mundo. Yo te creí, porque tenias la razón en todo. Amaba verte sonreír con todas las ganas, lograbas transmitirme un pedazo de tu felicidad y por eso me encontraba agradecido.
Me encantan tus ojos, tu voz, tu cabello rubio danzando mientras saltas por todo el salón, la forma en que te esmeras para ayudar a los demás y finalmente, lo más importante, no me ignoraste. Me notaste entre la multitud, cuando nadie más lo ha hecho antes.
¿Cuándo podrás ser mío?
Si tan solo hubiera la más mínima posibilidad...