Por la mañana las sábanas blancas de mi cama se encontraban enredadas y las almohadas esparcidas por el suelo de mi habitación, no había pegado un ojo en toda la noche, solamente me había quedado allí observando el techo sin pensar en nada más que en su rostro. Mi cerebro estuvo procesando todo lo que había pasado el día anterior y trataba de buscar alguna respuesta, pero nada me vino a la mente. Lo que me diría Chenle podría ser algo bueno, no debería pensar en que todo lo que ocurre en mi vida siempre termine siendo lo peor. Pero esperaba que eso no me alejara de él, a veces me daba la sensación de que era...inalcanzable.
Salí de mi casa para adentrarme en las calles oscuras al igual que aquellas películas antiguas en blanco y negro. Podía ver claramente como mi aliento salía de mi boca, probablemente hoy seria el día más frio del año. Entré al salón con ambos brazos cruzados y apretados a mi pecho, como siempre no saludaba a nadie pero pude escuchar como soltaste un corto "Hola", me volteé a mirarte y te devolví el saludo con una tímida sonrisa. No dejaste de observarme hasta que tomé asiento, comencé a sentirme incómodo pero luego volteaste a buscar tus libros.
Los 2 primeros períodos fueron totalmente tediosos y aburridos como siempre, pero la ansiedad me comía por dentro cada vez que observaba lo poco que faltaba para la hora del almuerzo. Llevé las manos a mi boca y lentamente me iba quedando sin uñas, mis pies no dejaban de moverse, quería huir pero no podía. ¿Por qué estaba tan nervioso? , me odiaba a mi mismo por preocuparme por todo, pero es algo que no podía evitar, siempre fui así desde pequeño.
Volví a mirar de reojo el gran reloj que teníamos sobre el pizarrón, el sonido de las agujas retumbaban en mis oídos causándome dolor de cabeza, quería que parara hasta que finalmente sonó la campana en señal de que la hora del almuerzo había llegado. Saqué las manos de mis oídos y levanté la mirada, todos murmuraban cosas entre sí y salían del salón con lentitud. Mire hacia tu dirección, donde ya te encontrabas al lado de la puerta, sin decirme nada pero indicándome con la mirada que te siguiera hacia la azotea. Admiré como tu figura se adentraba entre la multitud, traté de caminar detrás de ti hasta que llegarás hacia las escaleras.
El otro día te pregunté porque te escapabas diariamente a la azotea en la hora del almuerzo, era algo que quería preguntarte desde hace mucho. Me dijiste que te habías robado una copia de las llaves de la azotea cuando te escabulliste en la sala de maestros, recuerdo haberme sorprendido ya que nadie se había dado cuenta desde entonces, de verdad que eres increíble. Habías bautizado el lugar como tu lugar tranquilo, donde nadie podía estorbarte y que yo era la primera persona que llevabas allí, ya que confiabas completamente en mí. Esa fue la primera vez que sentí que alguien por fin me tenía en cuenta, ese lugar se había convertido en nuestro pequeño secreto.
Sonreí ante ese recuerdo y noté como ya habías abierto las puertas. La vista era hermosa, se podía ver cada parte de la escuela y los alrededores. El viento soplaba con intensidad y mi cuerpo comenzó a temblar debido a ello, te acercaste para darme un abrazo. Me sobresalté al sentir como tus brazos envolvían cálidamente todo mi cuerpo, me limite a enterrar mi rostro en tu pecho, estuvimos así por unos minutos hasta que me separaste para poder dejar salir algunas palabras de tu boca. El momento había llegado.
-Bueno antes que nada, lo siento.
Parpadeé confundido.
-¿Por qué te disculpas?- pregunté.
- Por no haberme acercado a ti desde antes, de verdad que la paso muy bien contigo. Eres todo lo contrario a mí, eres aplicado y estudioso mientras que yo me comporto como un idiota con los profesores. Mis notas son bajas porque no me esfuerzo en nada, pero cuando te veo tan concentrado entre tus libros, me das un poco de motivación. Dices que nadie quiere ser tu amigo, pero a la mierda con ellos, no saben del gran chico que se pierden.
- Ehhh... me tomaste por sorpresa, supongo que muchas gracias - sentí como mis mejillas comenzaron a quemar.
- Y esa semana en que no hablamos, me di cuenta que algo te estorbaba pero no quería molestarte. Aunque por dentro me moría por saber que te ocurría, de verdad que me preocupo por ti , Jisung. Te convertiste en alguien especial para mi.
-¿A qué te refieres con especial?.
Diste un suspiro y caminaste hacia mi, me tomaste de las manos y evitaste mirarme hacia los ojos. Tragué saliva, no sabía que esperar.
-¿Recuerdas esa vez que te conté que me gustaba alguien?.
Asentí con la cabeza nerviosamente.
-Tengo justamente a la persona que me gusta justo aquí- dijiste finalmente clavándome la mirada.
-¿Dónde esta?
-Vamos, no seas tonto – soltaste una pequeña risa y sujetaste aún más fuerte mis manos.
- Eres tú Jisung, desde la primera vez que te vi. Este sentimiento es algo tan extraño, se extiende por todo mi cuerpo. Es tan abrumador pero siento que me llena por completo al mismo tiempo. Me siento aterrado, ya que ahora no se que sentiría si desaparecieras de mi vida, así que por favor nunca lo hagas. Quédate conmigo...
Pequeñas gotas cristalinas comienzan a caer por mi mejilla y mi cuello, para luego deshacerse lentamente en ese sweater azul que tanto te gustaba. Mis emociones se tambaleaban como olas en el océano, fuertes y profundas. No podía creer que Chenle me había escogido a mí, la persona que él quería era yo. Por primera vez, lloraba de felicidad.
Paré de llorar cuando comenzaste a sentirte desesperado, no sabias que hacer y trataste de limpiar torpemente mis lágrimas con las mangas de tu chaqueta. Rápidamente una sonrisa apareció en mi rostro para hacerte saber que todo estaba bien. Estaba completamente bien.
-No me asustes de esa manera, Jisung. No llores más... ¿Qué puedo hacer?
-Bésame. Es lo único que quiero.
Sus labios se acercaron a los míos, nuestras frentes rozándose ligeramente. Todo fue lento y suave, confortándome en distintas maneras y nuestros corazones latieron cálidamente al mismo tiempo. Se sentía como nacía un nuevo comienzo, una promesa de que todavía había mucho más por descubrir.