"Martín Alté"

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Recuerdo aquella hazaña en el puente, cuando aquel hombre me salvó la vida, solo pienso en él, pero estas personas no son de mi agrado, solo quieren que los asesine, solo quieren eso.

Aquel conejo con apariencia humana, él, es él quien me obliga a matarlos. Pero no puedo negar que me encanta ver sus expresiones de miedo en sus rostros, la sangre que cae sobre el suelo y queda en mis manos, es gracias a ese puto conejo que encuentro satisfacción al matarlos.

No paro de pensar porqué aquel hombre no mostró ningún sentimiento, no entiendo porqué me ayudó. Fue muy raro.

Estoy sintiendo sed. Pero no cualquier sed, tengo ganas de ver, que digo ver, tomar sangre, tanta sangre hasta ahogarme, hasta hartarme y no poder más.

- Pues hazlo si tanto quieres matar, que digo hazlo, ¡¡lo tienes que hacer!!- me gritó el conejo... Este maldito conejo quiere que mate.

¡¡Kaely, kaely, kaely!!..., porque ese nombre, ¿Que significa?, no lo entiendo.

-Mátala, mátala, ¡¡MÁTALA!!!- empezó a gritar muy desconcertado, no tengo opción, debo matarla, debo matarla!!!

Me retiro de mi habitación, mi casa, me estoy dirigiendo hacia ella, quiere verla, él quiere verla sangrar, quiere verla sufrir, pero... ¿Quien es ella? ¿Por que ella? No lo entiendo, debo abstenerme de esto

- ¡NO! debes matarla- me gritó el conejo con mucha rabia. ¡Allí!, justo allí, allí está. La encontré después de caminar por horas, debo matarla.

- ¿Hola, me acompañas? - Le pregunté amablemente

- ¿quién eres? - me preguntó asustada

- tú vas a acompañarme- la tome del brazo muy fuerte, tan fuerte que podía marcar mis dedos en su piel, pero me parece muy extraño, no emana ningún sonido, no grita... Pero esto nos facilitará las cosas, a mí y al conejo. Nos dirigimos a un callejón sin salida, es perfecto para para cometer un asesinato, pero no cualquier asesinato, uno perfecto, sin testigos. De inmediato tomo un cuchillo de cocina que guardaba en mi bolsillo y rápidamente le apuñalo sin parar, la expresión en su rostro, toda su sangre salpicando en mi cara y cuerpo, es casi glorioso, no, es glorioso. Una vez muerta tengo que retirarme sin basilar, debo irme ya.

Llego a mi casa todo ensangrentado, tomo una de las sillas que estaban en el comedor. En una de ella estaba sentado él; el conejo.

- lo sabias ¿verdad? - me preguntó con una extraña sonrisa en su rostro.

- ¿Q-qué quieres de mí? ya la maté - le respondí asustado.

- falta. Solo has matado una ¡¡¡TODAS!!! ¡MATALAS A TODAS! -

- No no no no ¡NO! –

IMPULSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora