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Despierto, harto, aburrido.

Martín estaba a mi lado, no me asusté ni mostré asombro, simplemente lo v'.

- ¿recuerdas? Cuando te seguía, cuando era detective, cuando te salvé la vida –

- No – interrumpió – No salvaste mi vida, yo iba a salvar al conejo, él se estaba cayendo. Al final si lo hizo, pero no murió, ni sufrió ningún rasguño –

- Estás enf –

- Tengo esquizofrenia – interrumpió nuevamente – veo cosas que nadie más ve –

- ... - quedo en silencio.

- Hermano – dijo Kaely – Tú desayuno está listo –

- ¿Lo ves? – le pregunté

- A quien ¿Martín? Si. Vino a ver como estabas, anoche ¿Recuerdas? –

- si. ya voy –

Me dirijo al comedor para desayunar, ella si lo ve, pensé que estaba loco.

- ¿Te gusta? – me preguntó amablemente.

- Si, muchas gracias hermana –

A veces pienso que solo le estorbo.

- No logro comprenderme ¿Estoy loco? Tal vez es por mi enfermedad, al menos eso creo. Creo que realmente puedo matar personas, pero no quiero - Dijo Martín.

Tomo un suspiro e intento hablar – Est –

- ¿Nunca te preguntaron por qué te echaron? – Interrumpió - ¿No lo sabes? –

- No, nunca pregunté, solo me fui –

- Acompáñame – dice Martín.

- ¿A dónde vas? – Pregunta Kaely.

- Voy, no sé. Martín quiere llevarme a algún lugar –

Observé como ligeramente bajaba su cabeza y una lagrima caer de su ojo.

- No hagan nada estúpido ¿Si? –

- Está bien, no lo haremos –

- Te amo Bryan –

Fue la última vez que escuche su voz, al menos por ese día.

Seguí a Martín, él se dirigía a mi habitación, no me intrigaba, solo lo seguí. Abrió lentamente mi armario y sin mostrar asombro vio lo que estaba en su interior.

- ¿Lo disfrutaste? – Preguntó mientras las señalaba.

- ¿De que hablas? – Dije con un nudo en la garganta.

- Tú, tú las mataste, porque si –

- No, ¡NO! Yo no las maté –

- No lo recuerdas, pero lo hiciste –

De la nada empiezo a llorar, no sé si tenía razón, solo lloraba, no me sentía culpable.

- Así empieza. Adiós Bryan –

- No te – Dije mientras me distraje con los cadáveres – Vayas –

Cuando me di la vuelta ya no estaba.

Volví hacia donde estaba mi hermana y también se había ido. Estaba solo, sin compañía, solo.

De repente, así por así, siento que pierdo el control de mis extremidades, salgo de la casa y camino, no estoy seguro hacia donde, solo camino.

Cuando llego a una zona bastante poblada, simplemente todo se torna oscuro, no veo nada, pero sigo sintiendo mis manos y pies, pero no los controlo, solo están ahí haciendo lo que les venga en gana.

Siento el cuello de un niño en mi mano izquierda y con la derecha su boca, tal vez para taparla y que no hiciera ningún ruido.

Siento sangre, una decepción inmensa y un nudo en la garganta, pues no había duda, yo las mataba, no Martín.

IMPULSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora