Mi Amigo

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Luis y Antonio se encontraban platicando y pasando el rato viendo a que podían jugar.

– ¿A qué podemos jugar ahora? -preguntó Luis, con el entusiasmo que suelen tener los niños.

– A ver… ¡Ya sé! Juguemos a asustarnos -propuso Antonio.

– ¿A asustarnos…? ¿Cómo?

– Tú intentas asustarme diciendo lo que se te ocurra. Después me toca a mí.

– Está bien. Eh… te voy a contar un cuento de terror que nos leyó la maestra.

Luís le narró el cuento de terror a su manera. Antonio lo miraba sonriendo, sin la menor mueca de miedo. – No me asustó -afirmó Antonio-. Ahora me toca a mí.
Cuando de repente Antonio empezó a gritar muy alarmado y frenético:

-Luís, en la ventana, del lado de afuera, hay una cosa que te va a asustar tanto que vas a gritar. Mira… ahí está, te está mirando. Ahora está abriendo la boca como si te fuera a tragar la cabeza. Ahora está lamiendo el vidrio. ¡Mira hacia la ventana! No es mentira, está ahí y es un monstruo horrible, ¡míralo!

– ¡ajah…! No voy a caer en eso, yo no soy tonto, eso es mentira. Ya no soy tan pequeño como para caer en eso.

Antonio sonrió más, e inmediatamente después empezaron a golpear la ventana. Luís abrió más sus ojos y comenzó a voltear lentamente. Por el rabillo del ojo vio que había algo. Al mirar mejor, dejó escapar un agudo grito de terror, ya que tras la ventana, saludándolo con una mano que se parecía más a la pata de un animal, había un monstruo humanoide deforme, enorme, peludo con excepción de la cara que parecía calaverica y con unos ojos completamente negros, enseñó unos dientes podridos y afilados al sonreír fieramente, y con la pata dio otros golpecitos al vidrio.

El niño apartó su aterrada mirada de la ventana y miró a Antonio, y éste echó la cabeza hacia atrás hasta que ésta quedó en la espalda, fuera de la vista de Luis el cual quedó petrificado. Después la fue enderezando hasta que quedó sobre sus hombros, y ahora era igual a la del monstruoso ser de la ventana. Miró furiosamente a Luis, de pronto se puso de pie y salió corriendo para desaparecer, al atravesar una pared como si ésta no existiera.
Tras escuchar los gritos la madre del niño entró de golpe al cuarto, y lo encontró temblando de miedo y gritando:

– ¡Antonio me asustó mucho! ¡Es malvado, ya no quiero jugar con él!
¡Me enseñó un monstruo en la ventana!
La madre lo abrazó y lo apretó muy fuerte y le dijo con una voz muy dulce como solo una madre puede hacerlo:

– Mi vida, Antonio no existe, tú te lo imaginas, es tu amigo imaginario desde que nos mudamos para acá y tu no tienes ventana, sólo tienes un espejo en la pared.

Buenas Nøches, Mørtales.

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