Gris

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...Y con esa última mirada, con ese último gélido aliento, se despidió. Se despidió para no volver más.

Y aunque mil cristales de hielo le quemaban el corazón, él tuvo que guardárselo, dar media vuelta y desaparecer entre la penumbra y la niebla.
Tuvo que engullir una a una sus palabras. Le punzaron como espinas metálicas mientras recorrían su cuello. Cada una lo hacía sentir peor, cada una tiraba de él hacia el fondo.
Comenzó a temblar. Las palabras comenzaron a fundirse dentro.
Su llanto apareció tras bambalinas, con un sabor salado, amargo, pesado en la garganta. Su paso aletargado por la pena se desaceleró debido al plomo.

Por dentro, una de esas lágrima boreales, como una aguja, le perforó ardiendo el pecho.
Se congeló.
Se congeló como un recuerdo interminable de un sinnúmero de cosas vivas en la mente de aquélla que lo estaba viendo alejarse.
Se quedó ahí para siempre; invisible, inaudible... gris, pero fiel, como un niño atado a los pies de su única ilusión.

La desesperación se le subió cual enjambre de hormigas carnívoras.
Sintió desesperación por arrancarse cruda la piel de asbesto; sintió la desesperación de un grito ahogado en el vacío del todo; sintió desesperación por el hecho de que aún estando petrificado quería correr lo más lejos de ahí.

Qué desesperación querer desbaratarse habiéndose hecho inmortal, querer evaporarse habiéndose hecho imperturbable.

Por querer escapar se lo escondió todo, y por esconder todo de ella y de sí mismo terminó siendo otra estatua en el jardín invernal de su amada.
Por cubrir sus sentimientos, la nieve lo terminó cubriendo a él.

-Baruc Ru, febrero 2017

-Baruc Ru, febrero 2017

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