Capítulo V.

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—Es de limón —repite por duodécima vez para asegurar que el pastel que ahora comemos es de lo que él dice y no de lo que Luther siente que está hecho—. ¿Qué tanto te puede costar asumir que yo...?

—¡No tienes la razón! Es menta, no limón ¿Qué no hueles? —refuta Luther estresado.

No lo culpo en su caso también lo estaría.

Olfatea el aire buscando el aroma a menta, haciéndose ver exagerado, quizá algo dramático.

—Claro que sí puedo oler ¿Cómo crees que puedo sentir el aroma de tu desesperación porque sabes que perderás? —responde Garín con sátira.

—Eres un cretino, deja tus sarcasmos para otros momentos, idiota, eso eres, un idiota.

Cada vez que Luther pronuncia una frase las venas del cuello y de la frente se le hacen ver, sus ojos rojos lo dicen todo.

—Además no entiendo porque peleamos, esto es... Una de tus estupideces, solo ¿No podías comer el pastel tranquilo, sin necesidad de comenzar una discusión por lo que sientes? —Como repuesta Garín solo chasquea la lengua.

No comiences a retarlo hermano.

Luther lo mira amenazante, solo espero no le dé un ataque de ira porque si eso llega a suceder tendremos que correr demasiado, y ahora no estoy dispuesta a hacer ningún esfuerzo físico, muchísima pereza para eso.

—¡Escúchame cuando te hablo! — Luther se altera al no hallar ninguna respuesta de parte de Garín.

Mi reacción es susurrarle al oído a mi hermano en un intento por hacerlo caer en cuenta de la situación:

—Haz lo posible por calmarlo ahora mismo o tendremos una escena aquí en medio de toda la academia —susurro lo más disimulado que puedo—. Porque si no, no sabré cómo explicarle a nuestra madre, a los profesores y a tus amigos que peleaban por el sabor y aroma de un trozo de pastel que es de menta y limón, ambos sabores en un mismo pastel.

—¡Escúchame!

Luther le grita a mi hermano halando su brazo con brusquedad, sus rostros quedan frente a frente, Luther refleja rabia, frustración y odio pero Garín. Él solo le mira confundido, aunque al comprender la situación instintivamente se aleja no sin antes darle un empujón a su amigo Luther. 

Todo esto por un pastel con un sabor extraño, y yo que pensé que eran amigos, sólo debo comprender que ellos son así desde que son amigos, no, desde que se conocen y eso es desde hace doce años, siempre peleando, quizá sea su forma peculiar de demostrarse amor.

Esa idea se le hace graciosa a mi mente así que sonrío para luego darme un golpe con la realidad, literal, un golpe; en su forcejeo Luther me ha golpeado con su codo cosa que ni le importa porque sigue muy concentrado intentando golpear a mi hermano el cual pone todas sus fuerzas en resistir el empuje del mismo, cuando las fuerzas de mi hermano se agotan cae con Luther y este comienza una verdadera pelea golpeándolo en el abdomen.

—¡Luther, detente. Su herida, lo lastimas! ¡Aléjate de él monstruo! —grito en un intento desesperado por salvar la vida de mi hermano. 

Su herida se ha abierto, un líquido rojo brillante mancha la piedra de la que están hechas las tribunas. Luther se aleja avergonzado y arrepentido 

—Mira lo que has hecho, casi lo asesinas, dos veces.

De nuevo las personas comienzan a acercarse, esta vez intento relajarme un poco; personas preguntan confundidas lo mismo que ronda en mi cabeza:

¿Qué demonios pasó aquí?

Y eso mismo pregunta el instructor, haciendo con su voz grave que todos se alejen del cuerpo lastimado y sangrante de mi hermano, todos se alejan excepto yo, prefiero arrodillarme al lado de Garín mirándolo con cierto sentimiento que no sabría cómo describir, creo que es lastima, pero simplemente no estoy segura de si eso es todo.

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