Capítulo 2

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  Angelita se levantó con cuidado y lleno la taza hasta la mitad para evitar que se cayese parte del contenido.

"Las manos y los pies se empeñan en envejecer antes que la cabeza y el alma"-pensó-"pero eso no nos priva de los pequeños placeres del día"-y se comió una galleta.
Sus ojos, que aún se mantenían jóvenes, se movían sin parar de un lado a otro de la calle, desde el estanco hasta la panadería y otra vez al estanco.

"Aún no son las ocho"-se dijo, y se comió otra galleta.

Mientras desayunaba, le gustaba entrecerrar los ojos para que nada pudiera perturbar la inmensa satisfacción que sentía en ese momento, congelado en su memoria, para posteriores deleites. De esta manera conseguía que los recuerdos se mantuvieran frescos, aunque, paradójicamente, siempre que ordenaba a su mente que los trajera a su presencia, se los mostraba cálidos y suaves al tacto.

-"Bueno, ahora me toca a mí desayunar".-Marta había terminado de congelar la carne,-¿queda café?

-Si, pero me temo que no te va a gustar.-Angelita sirvió otra taza-Ya está frío.

-Sí, por el aspecto yo diría que lleva más de una hora muerto. ¡Rápido! Rodea la taza con un círculo de tiza y no toques nada.

-¡Mira que hora es! Llegaremos tarde. –dijo levantándose.-Mientras tú recoges pruebas, yo cojo La monda y el abrigo.  

Mondando manzanasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora