Capítulo V: Cuatro Alas

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César Herrero (padre Laura):

Me senté en el asiento y suspiré mientras pasaba las manos por la cara. Eso era malo. Cuando me llamaron tan tarde sabía que sería importante, pero no alcanzaba a imaginar cuánto. Por lo menos habíamos detenido a algunos sospechosos, victimas, o involucrados, que se hallaban en el lugar. Había también heridos. Había también sangre y hielo en el suelo y en las paredes.

El hombre que se hallaba delante de mí, joven, de cabello y ojos oscuros, tamborileaba nervioso sus dedos sobre la mesa.

- ¿Y bien? ¿Qué pasó? - pregunté con ligero apremio.

El hombre dejó de mover los dedos pero no respondió.

Y así fue con el resto también. Sus rostros reflejaban miedo y no decían nada. Parecían parte todos de una organización. Había armas en el lugar, y algunos vecinos llamaron alegando haber escuchado disparos. Parecía que fueran parte de un grupo criminal. ¿Una mafia? Improbable. ¿Y qué demonios pasó ahí? ¿Por qué había hielo? No tenía respuesta a ninguna pregunta.

- ¿Qué sucedió? - pregunté a otro sospechoso. Se estaba rascando el brazo de forma nerviosa. Estaba empezando a perder la esperanza con la posibilidad de que hablaran.

- No lo entiendes ¿verdad? el por qué nadie ha hablado. - me respondió, rascándose más fuerte, haciendo que la sangre empezará a brotar. Se acercó hacia mí como si fuera a decir un secreto y dejó de rascarse. Me incliné también. - Los querubines vendrán por nosotros. - dijo en susurros, mirando alrededor. - Cuanto menos digamos, más posibilidades hay de salir con vida. - dijo y se alejó, retomando su hábito de rascarse.

Tendría que pedir una evaluación psicológica de él. O mejor, de todos.
Decidí aprovechar su estado mental para sacar más información.

- ¿De dónde sacasteis las armas? - pregunté, de forma más abierta, a fin de que se viera en situación de hablar.

Se rascó un poco más fuerte, dejando sangre en sus uñas. Decidí cambiar de pregunta.

- ¿Quienes son los querubines? - pregunté con el mismo tono confidente susurrado que usó él, inclinándome hacia alante. Me siguió el juego y se inclinó también, dejando de rascarse.

- Están aquí y allá. - dijo en susurros mirando en todas direcciones. - Saben lo que hemos hecho, saben lo que somos. Conocen nuestros pecados, y si hemos roto los mandamientos del rayo divino. - dijo, entre susurro y balbuceo, y se echó atrás otra vez.

Suspiré y retrocedí también. Decidí que era una perdida de tiempo hablar con un loco, así que salí de la sala.

Mi teoría era que se llevó acabó una pelea entre organizaciones criminales, o bandas.
Las incógnitas eran muchas. Saqué un cuaderno y las enumeré.

Hielo.
Querubines.
Locura.
Armas. (Procedencia, Motivo)
Objetivos de la o las organizaciones.
¿Quién estuvo ahí e hizo eso?
...

Eso era tan solo lo principal. Cerré los ojos y me preparé para unas semanas largas y de duro trabajo.

Ryan:

Caminé por el largo pasillo de suelo de mármol y abrí la puerta que se encontraba al final, custodiada por dos guardias.

En el interior de la habitación se encontraba un hombre joven, de ojos castaño, pelo castaño y piel morena, sentado ante una mesa con gran número de papeles. Levantó la cabeza y hizo una pequeña sonrisa sarcástica al verme.

- ¡¡Ah!! Frosty, ¿qué te trae por aquí? ¿Placer o trabajo?

- Trabajo. - Respondí, ante lo que aumentó un poco más la sonrisa.

The Frost Seraph I: La Batalla De Los Reversos.    (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora