Agnes Grey

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Pueden aplastarme, pero no me someterán; es en ti en quien pienso, no en ellos.

Nada útil puede enseñarse sin un poco de esfuerzo por parte del aprendiz.

La caridad, que es longánima y benigna, no busca lo suyo, no se irrita, todo lo excusa, todo lo tolera.

Una respuesta blanda calma la ira; pero una palabra áspera enciende la cólera.

Se sabe que los compañeros habituales ejercen gran influencia sobre sus mutuas mentes y maneras. Aquellos cuyas acciones están siempre ante nuestros ojos y cuyas palabras están siempre en nuestros oídos naturalmente nos conducirán, aunque sea en contra de nuestra voluntad, lenta, gradual e imperceptiblemente quizás, a actuar y a hablar como ellos.

Las ataduras que nos unen a la vida son más resistentes de lo que usted o cualquiera se imagina, si no ha sentido con qué fuerza se puede tirar de ellas sin romperlas.

Tenemos algunos pensamientos que pueden mirar a sus anchas todos los ángeles del cielo, pero no nuestros congéneres, ni siquiera los mejores y más amables de entre ellos.

Los que poseen belleza, que estén agradecidos y la utilicen bien, como cualquier otro don; los que no, que se consuelen y se las arreglen lo mejor que puedan sin ella.

Nuestros deseos son como la yesca: la piedra y el acero de las circunstancias constantemente emiten chispas, que se desvanecen enseguida, a no ser que caigan en la yesca de nuestros deseos; en tal caso, se prenden inmediatamente y en un momento se enciende la llama de la esperanza.


Agnes Grey, de Anne Brontë.

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